Confianza, una inversión que hay que cuidar
“Cuando la confianza es alta, la comunicación es fácil, instantánea y efectiva”.
Stephen R. Covey
La confianza es una apuesta de futuro. Es creer hoy que mañana algo será posible o realizable, que mañana una persona llevará a cabo el comportamiento que esperamos, que mañana la persona en la que confiamos no nos fallará, y que mañana yo seré capaz de hacer aquello que hoy me propongo.
La confianza siempre está a prueba, se renueva, se da y se quita, se gana o se pierde a cada minuto. Cuando las pruebas son numerosas y continuas, a favor de la confianza, las dudas, suspicacias, y controles decrecen, y el tiempo dedicado a todo ello se puede emplear en otras cosas más satisfactorias. De ahí que la confianza reduzca los tiempos, ahorre energías y facilite las relaciones. La confianza nos permite dejar de pensar, dejar de preocuparnos, y nos ayuda a relajarnos y a fluir con nosotros, con los demás, y con la vida.
La confianza puede reforzarse o debilitarse de acuerdo a las acciones de la otra persona para con nosotros y, viceversa, o en base a nuestras acciones para con nosotros mismos. Es un ciclo continuo, una inversión que hay que cuidar si queremos que perdure.
Con la confianza suele haber dos estrategias diferentes: la otorgo desde el inicio, como regla general, y luego compruebo si son dignos de ella o no; o bien, espero a comprobar si son dignos de ella, y luego la otorgo. En conclusión, que si considero que es bien tratada la doy y la mantengo, y si considero que es maltratada la niego o la quito. Además, existen personas que ven indicios, e incluso los crean, de falta de confianza o traición por todas partes, y los que no ven ninguno aunque se la estén machacando descaradamente. Cuando desconfiamos por sistema, sin base en hechos comprobables, realmente estamos negando a los demás lo que nos negamos a nosotros: nuestra autoconfianza. Cuando confiamos por sistema y sin filtro, estamos pidiendo que otros nos den lo que no nos damos a nosotros mismos. La confianza sana es una confianza inteligente, basada en la realidad, evaluada, fruto del aprendizaje de la experiencia, equilibrada, y sostenible.
Al ser una inversión, el problema está en las expectativas que nos marcamos, más bien en si se cumplen o no, porque muchas veces el que no se cumplan es porque nadie nos lo aseguro, o lo afirmó. Si yo espero y, por tanto, confío en que una persona me va a llamar mañana, cuando no se comprometió expresa y claramente a hacerlo, estoy esperando y confiando en que se produzca un comportamiento de un tercero en base a una expectativa que he creado yo, y no el. No puedo responsabilizar al otro de que no me llame, o de que debería saber que me tendría que llamar. Si quiero que me llame tengo que pedirlo, con el riesgo de que me conteste que no. Ahora bien, si yo pido que me llame y se compromete a hacerlo, o sin pedirlo se compromete también, entonces si tengo una expectativa real de que me llame y será lógico que confíe en que lo hará, si en anteriores ocasiones así lo hizo. Si no lo ha hecho será lógico que no confíe en que lo haga esta vez. Y además, si realmente valoro mi confianza le transmitiré como me siento respecto a su comportamiento.
Lo que está claro es que sin confianza todo se resquebraja. Me da igual que sea por la desconfianza generalizada, por la incapacidad de darla, por la dificultad de recibirla, porque se traiciona, porque se pierde, porque dejo que me la rompan una y otra vez, o porque ni siquiera se tiene en uno mismo. Gozar de confianza propia, de los demás, y en los demás, es un capital personal muy valioso que debemos saber generar y cuidar. Hoy quiero compartir contigo 8 comportamientos clave para lograr un buen capital de confianza:
1.- Empieza por ti mismo
Si quieres que otros confíen en ti, comienza por confiar en ti mismo. No traiciones tus valores, tus propósitos, tus compromisos. Si dices que vas a hacer algo: hazlo, aunque nadie esté mirando. En el momento en que queremos una cosa y hacemos otra, cuando somos de una forma y nos comportamos de otra, cuando decimos (incluso a nosotros mismos) que vamos a hacer algo y no lo hacemos, estamos destruyendo la confianza en nosotros mismos. Nuestra falta de seguridad y confianza está labrada a base de pequeñas traiciones hacia nosotros. Y si no confiamos en nosotros, difícilmente vamos a confiar sanamente en otros, o lograr que confíen en nosotros.
2.- Comunícate a través del ejemplo
La confianza no se construye con palabras se construye y fortalece con acciones, con comportamientos y con hechos. No hay nada que haga más daño a la confianza que decir algo que luego no se corresponde con lo que hacemos, o afirmar que vamos a hacer algo que luego no hacemos. La confianza exige mucha congruencia, coherencia y valentía.
El capital de nuestra confianza aumenta con cada nuevo crédito acumulado, y estos proceden de nuestros compromisos cumplidos. Y cuando no podamos cumplir afrontémoslo con honestidad y responsabilidad, eso sí, si se vuelve un comportamiento reiterado, la acumulación de disculpas no aumentan el crédito de la confianza, más bien lo dejan por los suelos.
3.- Se claro con lo que quieres y con lo que esperas.
Pedir, que no exigir, de forma clara y asertiva evita muchos malos tragos a la confianza. Las personas con las que interactuas deben saber exactamente lo que quieres, e incluso porque lo quieres (para comprenderlo), para decidir si pueden responder o no a tus expectativas. Los demás no pueden conocer los deseos de tu mente, la única manera de relacionarse en un ambiente de confianza es expresando lo que queremos, dandole al otro la oportunidad de que quiera o no contribuir a ello, y exigiéndonos los compromisos mutuos y expresos que cada uno ha asumido. Esperar más de lo que me han dicho o una cosa distinta a ello, es querer engañar a la confianza.
De la misma forma no te responsabilices de las expectativas que otros tienen sobre ti, y tu no has asumido. Si no te piden tú tampoco puedes decidir si dar o no, si hacer o no, y nadie puede exigirte algo que no has comprometido. No dejes que confundan y manipulen a tu confianza.
4.- Deja hacer y espera
Las personas somos diferentes pero todas tarde o temprano nos mostramos, nos revelamos en nuestros actos. Para saber si una persona es digna o no de confianza déjala hacer, déjala que te enseñe quien es con sus actos. Dale un tiempo, algunos tardan más que otros en evidenciarse, porque desconfían, porque son más reservados, más tímidos, las razones pueden ser diferentes, lo importante es que respetes los ritmos de las personas y tengas claros tus límites, es decir, hasta donde estas dispuesto a esperar, aguantar, o comprobar. No juzgues sin hechos, recuerda que la confianza se demuestra con ellos.
5.-Observa, escucha, pregunta
Cuando dudes sobre un compromiso, sobre lo que ha hecho una persona, sobre lo que te ha dicho, antes de negarle tu confianza, pregunta, indaga sobre lo que paso, sobre si hubo una mala interpretación, sobre si asumiste algo que no era, sobre qué llevo a esa persona a decir o hacer lo que te ha resquebrajado la confianza. Escucha profundamente, olvídate de tu ego herido, de tu confianza traicionada, primero escucha con apertura, buscando comprender. Observa cuando la persona te hable, si detectas incoherencias entre lo que dice y como lo dice (lenguaje no verbal), si te mira o no te mira, si te rehuye. Observa si sus actos son un reflejo de sus palabras, de sus compromisos.
Haz lo mismo contigo, obsérvate, pregúntate y escúchate para ver si estas tratando bien a la confianza.
6.- Mantén abierta la puerta al diálogo. Tu tienes su llave.
Expresa lo que quieres, como te sientes, si estas perdiendo la confianza y porque, o si cada día crece más, señala lo que te hace desconfiar o confiar. Pide explicaciones cuando consideres que las necesitas, y asume que a lo mejor no quieren dártelas o no te gustan, a partir de ahí, tu decides a donde llevas tu confianza en esa relación.
No ocultes, no tergiverses, no pases por alto, la confianza se basa en una comunicación sincera y trasparente, en tener abierta la puerta para el diálogo. Incluso el día que quieras cerrar esa puerta, y quitarle la llave de la confianza a alguien, díselo con respeto y sin rodeos.
Cuando la confianza se pierde es extremadamente difícil recuperarla. Siempre que sea posible dale la oportunidad de que se explique.
7.- Defiende tu confianza con respeto y empatía
El grado de confianza que las personas necesitamos en nuestras relaciones es diferente. Es más, los diversos tipos de relaciones requieren distintos niveles de confianza. Las expectativas que tenemos unos sobre otros en las relaciones también son dispares. La manera de comunicarnos, de pedir, de comprometernos es otro comportamiento que nos distingue. El grado de valor que le damos a los compromisos asumidos difiere, el numero de oportunidades que estamos dispuestos a dar tampoco es la misma. Si tienes todo esto presente, las diferencias, que la habrá, no tendrían porque afectar a la confianza, si son adecuadamente gestionadas. Utiliza la empatía para comprender al otro, y a ti mismo, y el respeto para no transgredir tus límites y los ajenos. Lo importante es compartir con el otro las diferencias e indagar hasta que punto se pueden hacer convivir o no.
Si es posible encontrar algún punto de conexión en el que ambas partes ganáis algo que queréis, es decir, experimentáis satisfacción mutua, entonces será posible mantener la confianza. Si no es posible quizás esa relación no tenga sentido, no porque la otra persona no tenga derecho a lo que defiende o pide, sino porque tu no estás dispuesta a dárselo o no lo compartes, o viceversa. Cada uno debe plantearse hasta donde quiere ceder, por qué y para qué, y hasta donde le compensa.
8.- Selecciona bien tus inversiones.
Otorgando mi confianza estoy apostando por una persona, estoy invirtiendo mi tiempo, mi energía, y mi esfuerzo en esa relación, y con esa persona. Si lo hago es porque creo que merece la pena, pero solo el caminar diario entre ambos dirá si ha sido así o no. En todo caso, mientras duró fue bonito, no pierdas de vista nunca la parte positiva.
Esto es una opinión muy particular, pero para mi es vital cuidar bien mis inversiones en otras personas y relaciones. No quiero relaciones desgastantes, insanas, sin sentido, que no me aportan nada. Valoro cada minuto que dedico a otros, como valoro igualmente los que me dedican a mi. A fin de cuentas compartir nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro ser con otros es la mayor prueba de amor, porque es lo más preciado que tenemos para darles.
En el momento en que comienzo a sentir insatisfacción en una relación, comienzo a observar, a escuchar, a hacerme y hacer preguntas, a expresar como lo estoy viviendo y entender como lo está viviendo la otra persona. Si no encuentro un punto de conexión, yo reseteo, comienzo a poner distancia, y a llevar la relación a otro nivel, que en algunos casos puede ser de mínimos imprescindibles, si son estrictamente necesarios.
Lamentablemente, no se puede tener garantía de que alguien sea digno de confianza. Confiar es un riesgo que cada uno decide asumir o no, y con diferentes grados y límites, todo dependerá de la importancia que le otorgues a este valor. Si quieres cuidarla mantén un sistema de relaciones en el que se den estos 8 comportamientos, y se riguroso con quien no los cumpla y, por supuesto, contigo mismo. La confianza tiene dos caras, la tuya y la del otro.
Autora: Mª Luisa de Miguel
Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring
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