Mentoring, Ganar la confianza con la credibilidad del ejemplo
Una de las grandezas del mentoring es que el verdadero reconocimiento como mentor o mentora solo te lo puede dar la persona que te considera como tal. Esa persona que te ha dado su credibilidad porque tú has depositado tu confianza en ella.
Aunque he tenido más de 60 procesos de mentoring a lo largo de estos 13 años, no puedo decir que he sido la mentora de las personas que han pasado por los programas o procesos de mentoring en los que he participado. Todo lo más que podría decir es que he utilizado el mentoring en mi forma de trabajar con ellas, que el mentoring es mi forma de relacionarme con las personas en las que descubro un potencial o un deseo de mejorar.
El mentoring es para mi una forma de ser, de estar y de hacer.
No hay una disciplina científica que nos haga mentores, ni siquiera hay una formación que nos haga mentores. En los programas de formación de mentores y mentoras que dirijo e imparto, en realidad no formamos mentores, preparamos a personas que desean ejercer este rol para que lo hagan lo mejor posible, para que entiendan en que consiste ese papel, para que conozcan las herramientas que pueden facilitarles ese desempeño. Pero antes que la formación está la actitud necesaria para ser un buen mentor o mentora, y saber ganarse la credibilidad del mentee.
¿Y cómo son esas personas en las que otorgamos nuestra credibilidad? Pues son personas como las que describen Juan Mateo y Juan Manuel Lillo en su libro “Liderar en tiempos difíciles”: personas que dan alas, que donan sinergias, que emanan compromiso, que inoculan responsabilidad recíproca, que regalan confianza, que esparcen credibilidad, que gozan de enorme capacidad de arrastre, que irradian pulsión, que contagian disponibilidad, y que vierten un arraigado sentido del deber.
Algunos quizás os preguntéis, ¿dónde existen personas con esas cualidades? ¿cómo voy a arriesgarme a confiar mi desarrollo profesional en alguién que quizás no va a cumplir todas estas expectativas? No se trata de buscar seres perfectos, simplemente hay que observar el comportamiento de quienes nos rodean, y fijarnos en esas personas que nos ofrecen credibilidad, que nos transmiten confianza, de las que podemos aprender y con las que podemos crecer. Y eso lo sabes en el momento en el que estas cerca de una de ellas, transmiten una vibración especial, resuenan.
¿De cuantas personas podríamos decir que siempre están a la altura de las circunstancias, que sabemos que podemos contar con ellas, que no nos van a fallar? Este es el tipo de personas que nos dan seguridad, en las que creemos y confiamos. Son esas personas que desde que las conocemos mantienen una línea de comportamiento ante las mismas situaciones, y por eso sabemos lo que podemos esperar de ellas.
Y lo sabemos porque nos lo ha demostrado con sus actos una y otra vez, porque cuando dijeron que lo harían lo hicieron, porque si se comprometen lo cumplen, porque no buscan excusas para no hacerlo, porque cuando cometen un error nos lo hacen saber, se disculpan y no buscan el perdón. Son esas personas que cuando no pueden o no quieren plegarse a nuestras necesidades o peticiones nos dicen que no, en vez de decirnos que sí para quedar bien y luego no hacerlo.
Son esas personas de las que a veces huimos o evitamos, cuando sabemos en nuestro fuero interno que no estamos haciendo las cosas bien, que vamos por mal camino y no queremos reconocerlo, que nos estamos engañando, porque sabemos lo que nos va a decir y que tiene razón. O son las primeras a las que acudimos porque sabemos que nos va a ayudar a clarificarnos, a conectar con nuestros verdaderos propósitos, que nos va a hacer cuestionarnos, y no nos va a dar la razón para tenernos contentos.
Son esas personas que no nos dicen lo que queremos oir, si no lo que realmente piensan y observan, aunque eso nos disguste e incluso nos genere rechazo. Son esas personas para las que no todo está bien, no todo vale, y no todo es fantástico y maravilloso, porque son personas realistas y con criterio propio. Este son el tipo de persona que nos dan confianza y a las que nosotros damos nuestra credibilidad.
Una relación de mentoring puede iniciarse de distintas formas:
– de forma espontánea, el mentor ve unas cualidades a desarrollar en una persona por las que merece la pena invertir su tiempo, energía y esfuerzo, y de forma voluntaria e informal decide ayudarle a desarrollarlas. Este fue mi caso, tuve la gran fortuna de que una de las personas que para mi reunía las mayores cualidades de liderazgo y mentoring que yo he visto hasta la fecha, me acogiera para guiarme, potenciarme, impulsarme y mucho más. Esa persona fue mi mentora, Kike Gomez Haces.
– el mentee indentifica a una persona como su posible mentor, porque le parece una persona digna de confianza, con experiencia, honesta y con capacidad para ayudarle, y o bien la contrata como tal o se pega a ella como una lapa para absorver toda la experiencia que pueda, los aprendizajes, reflexiones, consejos, etc. Que también confieso fue un poco mi caso, “lo de pegárse como una lapa.”
– dentro de un programa de mentoring formal en una organización, en el que previamente se eligen unos mentores y unos mentees, se forman las parejas que se estima mejor pueden funcionar para el desarrollo del potencial del mentee.
En cualquiera de los casos, esa relación que se inicia no tendrá futuro si el mentor no se gana la confianza de su mentee, y si éste no cree en él, o si a lo largo de la relación el mentee detecta incoherencias en el comportamiento de su mentor, que lo que le dice o aconseja no lo aplica a sus propios comportamientos, no da ejemplo.
Si todo fuera tan fácil como ser empáticos, comunicarse bien, tener experiencia, ser asertivo, o transmitir conocimientos, muchas personas podrían ser mentores, bastaría con estudiarse el papel, ser buen conversador, dar consejos y listo.
Pero no, hay que dar ejemplo, hay que ser coherente, lo que digo es lo que hago, hay que contar experiencias propias en las que se ha pasado por situaciones similares a los que atraviesa el mentee, en las que se han tenido problemas iguales a los que plantea el mentee, y de las que se ha aprendido, y es ese aprendizaje de la vivencia pasada lo que se transmite al mentee. En el mentoring no hay teorias es práctica pura, dosis de realidad personal sin aditamentos.
Un mentor tiene que tener la valentía de reconocer todas las veces en que no lo ha hecho bien, en las que se ha equivocado, en las que ha tenido que luchar contra sus miedos, resistencias y bloqueos. Y tiene que contarlo con pelos y señales, sin adornos, sin rodeos, de forma clara y directa. Como han sido eso fracasos, esas situaciones difíciles, como los supero, que aprendió de todo ello. Y eso ni se improvisa, ni se inventa, ni se puede tener aprendido, no son unas cuantas letras escritas en un papel que nos hemos estudiado y que podemos recitar como si fuera una obra de teatro.
Las historias del mentor son historias de vida, de su vida, la que él ha construido segundo a segundo a base de consciencia, responsabilidad, acción y reflexión. Esa vida que esta impresa en nuestra memoria, y que es una fuente de intuición y sabiduría.
Un proceso de mentoring puede llegar a ser agotador, se invierte mucha energía por parte del mentor, pues en cada sesión está vaciándose constantemente de experiencias, de vivencias propias para ayudar a su mentee. Más allá de las sesiones, está continuamente pensando en la mejor forma de ayudarlo, lo tiene presente siempre y está atento a cualquier oportunidad o recurso que le pueda ser útil, a cambios en su vida que le puedan afectar en su proceso de desarrollo.
La sensación tras cada sesión de mentoring es de agotamiento, de vacío, y sin embargo te sientes vivo y renovado. El mentoring viene a ser algo así como un trasplante de corazón de un cuerpo a otro, supone el vaciado de una vida para llenar otra. Cuando tú transmites y compartes con el mentee tu experiencia sientes que te vacias, pero al ver que eso llena la vida de otra persona y que le ayuda a crecer y expandirse, la sensación que tienes es de inmensa satisfacción y plenitud, y tus energías se renuevan.
Este aprendizaje a través del ejemplo y de la experiencia es intenso e intensivo. Para el mentor produce una gran satisfacción, sentido de contribución y transcendencia, y para el mentee supone lograr sus metas de una forma más óptima y más rápida. El mentee realiza el tránsito, ese pequeño viaje desde donde está hacia donde quiere ir, en menos tiempo y con mayores garantías de éxito, que si lo hiciera solo.
Guiar a través del ejemplo tiene un efecto transformador muy importante. Es más fácil que alguién se movilice si ve moverse a otros, el ejemplo es algo muy contagioso. Si estamos perdidos en un bosque y alguién de nuestro grupo dice hay que bajar por esa cascada , pues al final está el camino que nos lleva al terreno seguro, aunque no veamos otra alternativa mejor, seguro que nadie se lanza a bajar la cascada. Ahora bien, si el que ha sugerido la idea es una persona en la que confiamos y nos ofrece credibilidad, y se desliza de forma decida por ella, el resto le seguiremos seguro.
Por eso, si un mentor va a ser nuestro guía, querremos que sea un guía experimentado, que nos lleve por caminos que el ha recorrido ya, que cuando nos apunte que quizas la dirección que hemos escogido no sea la más acertada nos de argumentos y ejemplos. Querremos verle en acción, y comprobar que lo que nos cuenta, lo que nos dice y lo que nos aconseja, es lo que el hace, si no va a ser difícil que confiemos nuestro desarrollo en él.
Una relación de Mentoring es algo tan personal e importante en la vida de una persona, que difícilmente puede estar construida en algo que no sea la CREDIBILIDAD, LA CONFIANZA, LA COHERENCIA, LA HONESTIDAD Y EL EJEMPLO.
¿Y tu has tenido algún mentor o mentor en tu vida? Cuéntame quién es o fue, cómo era, qué ha significado para ti.
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