La gestión de la energía en el proceso de mentoring
Todo en la vida es energía, sin energía no hay vida, nada se mueve y todo se muere. Gestionar nuestra energía de forma impecable es la mayor garantía del éxito de un proceso de mentoring.
Podemos tener el mejor coche, el último modelo, el más caro y con las mayores prestaciones del mercado, de nada nos sirve sin el combustible, sin la energía. Un coche sin combustible no se mueve, no puede cumplir su función, se convierte en un recurso inútil y sin valor.
Lo mismo nos ocurre a las personas, podemos tener muchísimo potencial, conocimientos, o unas altísimas capacidades, por si solas de poco nos van a servir, se van a quedar en simple potencial y nunca se convertirán en talento, si no disponemos de la energía necesaria para desarrollarlas, para pasar a la acción, para perseverar, para volverlo a intentar cada vez que no logramos lo que queremos o que los obstáculos nos parecen demasiado grandes. El talento requiere de práctica, esfuerzo voluntad y perseverancia, y estos brotan de nuestra energía.
El pasado 30 de Octubre estuve en Bilbao inaugurando en VII Programa de Mentoring que promueve el Ayuntamiento de Bilbao. Cuando me plantearon dar una conferencia para inaugurar esta nueva edición del Programa de Mentoring, enseguida pensé en la gestión de la energía, porque fue uno de los primeros descubrimientos de mi experiencia como mentora.
Allá por el año 2002 comencé mi aventura con el mentoring. Me iba temprano de la mañana para Luarca y regresaba para Avilés a las 9 de la noche, después de intensas sesiones de mentoring con empresarias. Cuando por fin me sentaba en el asiento del bus que me llevaba de regreso a casa, me sentía agotada y a la vez plena, satisfecha, llena de vitalidad y con una sonrisa de oreja a oreja. Dormía en mi viaje de vuelta como una niña después de un intenso día de juegos.
Y fue esa experiencia, que duró un par de años, la que me hizo pensar que había algo más allá de la energía física. Que existía una energía vital, esa fuerza motriz que activa nuestra motivación, nuestros estados emocionales positivos, nuestra pasión, nuestro entusiasmo, nuestro compromiso y nuestra inspiración. Esa energía que fluye a borbotones cuando hacemos aquello con lo que disfrutamos, aquello que nos apasiona, que conecta con nuestro propósito en la vida, y que pone en juego nuestro mejor talento.
Esa energía que también sufre bajones y bloqueos cuando nos inunda la negatividad, la queja, las culpas, cuando nos apresan nuestras creencias limitantes, o nos vampirizan las personas tóxicas.
La energía física y la energía vital no siempre van de la mano. Si hay algo que me gusta mucho hacer, estaré haciéndolo durante horas, sin preocuparme del tiempo, de hecho perderé la noción del tiempo, entrare en estado de flujo. Es probable que acabe agotado físicamente pero sin embargo tendré una energía vital desbordante. Por el contrario, si haces cosas que no te suponen esfuerzo, pero que te aburren, no te gustan, o son más un “tengo que” que un “quiero que” , probablemente tu energía física este igual que al empezar tus tareas pero tu energía vital estará bajo mínimos al final del día.
La energía es imprescindible para llevar a cabo todo lo que nos proponemos, para vivir una vida con significado, una vida satisfactoria, estimulante y enriquecedora. La energía es la llama que alimenta la relación de mentoring, la que hace que funcione, que sea efectiva y una relación potenciadora del aprendizaje. La mejor forma de generar esa energía es conectando con aquello que más significado tiene para nosotros, lo que nos hace sentirnos más realizados, con lo que más disfrutamos y lo que mejor sabemos hacer, aquello que es más apreciado por los demás.
Puede ser conocer gente nueva, aprender de negocios o sectores distintos al mío, poner a prueba mis habilidades, ayudar a otros a desarrollarse, conversar, intercambiar experiencias, estar en contacto con gente más joven que yo. Todo vale, lo importante es descubrir como puedes vivir a través del mentoring esas cosas que más te gustan, como puedes sentir en el mentoring esas emociones positivas que te hacen experimentar tus pasiones. Para conectar con tu energía vital en el mentoring la pregunta que tienes que hacerte es ¿cómo puedo hacer que el mentoring tenga significado para mi, que me enriquezca, que me nutra? Sólo descubriendo este significado descubriremos la fuente de nuestra motivación para hacer mentoring y podremos poner toda nuestra energía en el proceso.
Para un mentor hacer mentoring tiene que tener un significado propio, personal e intransferible, algo que le enganche tanto que este esperando que llegue la próxima sesión. Conectar con ese significado es conectar con nuestra energía vital. Sólo si sabemos vincularnos con esa energía, y sabemos administrarla y gestionarla, podremos aportar a la relación de mentoring motivacion, entusiasmo, compromiso e inspiración.
Motivación para estar conectados en todo momento a la relación y hacer despertara la motivación de nuestro mentee.
Entusiasmo para alimentar la motivación del mentee, para activar su energía, para que de lo mejor de sí. Cuando desaparece el entusiasmo las personas se desconectan de sus mejores cualidades, disminuye su confianza y afloran las emociones negativas. El talento no fluye.
Compromiso para sostener la relación en el tiempo, para implicarnos al máximo con nuestro mentee y lograr que él lo haga también.
Inspiración para elevar las aspiraciones y los objetivos de nuestro mentee, para impulsarle a visualizar nuevos retos y posibilidades, para despertar su creatividad.
Una de los mayores consumos y desgaste de energía se producen en los tránsitos de rol, en ese limbo temporal en el que pasamos de ejercer un rol a ejercer otro. Ser mentor nos exige salirnos de nuestros roles habituales para concentrarnos durante la sesión en un rol muy determinado, para el que en algunos casos no estamos suficientemente entrenados. Tenemos que pasar de dirigir a orientar, de monopolizar conversaciones a ser oyentes empáticos, de ordenar o instruir a preguntar al estilo de Sócrates, de solucionar a facilitar el aprendizaje.
En los tránsitos de rol se produce un gran desgaste de energía porque requieren cambios prácticamente inmediatos de formas de hacer y de estar. Imagínate cambiándote a toda prisa de vestuario para llegar a un sitio diferente al que estabas, con la prisa, la tensión, la preocupación por llegar a tiempo, bien, sin que se te olvide o despiste nada, y estando perfectamente presentable y preparado. Esto es lo que vivimos en un cambio de rol a nivel inconsciente:
primero sufro una fase de desestructuración, en la que abandono el traje desde el que estaba trabajando. Por ejemplo, dejo de ser directivo/a de mi empresa.
segundo, entro en la fase de liminalidad, esa especie de limbo en el que no sé si soy lo que estaba haciendo o lo que voy a hacer, me aferro a actitudes, creencias, habilidades de la fase anterior y quiero desarrollar las del nuevo rol. Se produce tensión, confusión, desencaje, resistencia. Aquí es donde se dan las mayores fugas de energía
tercero, comienzo la reestructuración, me adapto al nuevo rol, me pongo el nuevo traje y reestructuro todo mi saber ser, estar y hacer para adaptarlo a la nueva situacion.
La fase de liminalidad es la clave, porque si no le damos el tiempo necesario no estaremos preparados para ejercer el nuevo rol de forma exitosa, y se producirán contradicciones de forma inconsciente, aparición de actitudes, habitos y habilidades del anterior rol, conflictos y desajustes de comportamiento. Por ejemplo, si soy un directivo o directiva aconstumbrada a resolver, a tomar decisiones, presionado por el tiempo, de forma rápida y constante, es bastante probable que si vengo de un dia muy frenético de toma de decisiones rapidas y continuas, cuando mi mentee me plantee un problema en vez de tomarme el tiempo para preguntarle y ayudarle a que busque la solución, optaré por el consejo dirigido o directamente la solución, limitando su capacidad de aprendizaje, autonomía, proactividad, responsabilidad y creatividad.
No saber manejar los tránsitos de rol de forma consciente desata emociones negativas como la preocupación, el miedo, la culpa, el enojo, que se traducen en un bloqueo de nuestras mejores habilidades en cada rol, en la confusión inconsciente de roles y en conflictos entre roles:
– Conflictos de tiempo, sensación de que el ejercicio de un rol nos quita de tiempo para otro, que no podemos ejercer bien uno o ambos roles por falta de tiempo. Esto puede hacer surgir el enfado, la frustración, o la culpa.
– Conflictos de agotamiento, cuando las emociones negativas experimentadas en el ejercicio de un rol se transfiere inconscientemente al otro, nos sentimos agotados para ejercerlo
– Conflictos conductales, cuando desarrollamos conductas de un rol en el otro y esta transferencia de conductas es incompatible, poco deseada o efectiva. Esto genera sensaciones de incompetencia, que derivan en frustración, perdida de confianza, y seguridad.
Ahora bien si sabemos gestionar bien los tránsitos de rol, tomándonos nuestro tiempo para la fase de liminalidad, siendo conscientes del abandono de un rol y la entrada en otro, preparándonos con el tiempo suficiente para ejercerlo, el resultado puede ser un enriquecimiento entre roles:
– Enriquecimiento de desarrollo, cuando el rol de mentor proporciona habilidades, conocimientos, actitudes, comportamientos o puntos de vista que pueden ser muy beneficiosos para ejercer el resto de nuestros roles.
Quizás una de las mayores aportaciones de mi rol como mentora al resto de mis roles ha sido la habilidad para preguntar y la de dar feedback
– Enriquecimiento afectivo, cuando el rol de mentor genera un estado motivacional positivo (agradecimiento, gratificación, significado, generosidad) que se transfiere a otros ámbitos y facilita un desarrollo de habilidades más pleno y una actitud más positiva.
– Enriquecimiento capital psicológico, cuando el rol de mentor produce o aumenta recursos como la confianza, el sentimiento de logro, el optimismo, que redundan en otros roles y ámbitos de nuestra vida.
La clave para mantener nuestra energía en el proceso de mentoring está en saber desconectar de un rol para pasar a otro de forma consciente. Para ello 15 minutos de desconexión total pueden ser suficientes, olvidarnos del móvil, del mail, tomarnos un pequeño descanso, aislarnos para conectar con nuestro estado emocional y prepararnos para el nuevo rol. Reflexionar por escrito sobre como vamos a encarar el nuevo rol: comportamientos requeridos y no deseados, actitudes a gestionar, posibles reacciones a controlar, puntos críticos sobre los que elevar el nivel de consciencia.
La gestión de la energía influye en nuestros estados emocionales, y de estos depende que seamos mentores resonantes o disonantes, y que el aprendizaje de nuestro mentee sea significativo o no. En próximos post hablare de estos conceptos que también estuvieron presentes en mi conferencia en Bilbao.
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