Mentoring, la alquimia de la transformación
Mi fascinación por la Alquimia viene de lejos, de la época adolescente cuando me empece a interesar por la lectura de todo lo que tuviera que ver con misterios y enigmas sin resolver.
Tengo especial predilección por todos los fenómenos que a pesar de las evidencias empíricas, tienen difícil explicación, están envueltos por un halo de misterio, mantienen una parte oculta al ojo humano, o son fenómenos que no pueden ser objeto de total medición, comprobación o demostración. Atrapa mi atención todo lo que no se deja ver al completo, que guarda una íntima esencia, que solo se desnuda ante unos pocos, esos que saben ver con el corazón, que no necesitan saber para creer, porque les vale con su sentir. Me gusta el lenguaje de los símbolos porque explican hechos que no se pueden expresar con palabras.
En el Mentoring también hay una parte que para mi es difícil de medir, de cuantificar, de demostrar. Una parte que simplemente esta ahí, que se percibe y se siente, que tiene mucho que ver con la conexión y energía que se produce entre dos personas y todo lo que se moviliza, crea y transforma con ello. Esa parte inexplicable es la que más me atrae y engancha, la que me atrapa y mantiene viva mi pasión por seguir ayudando a otras personas a lograr sus metas. Esa parte mágica del Mentoring es a lo que llamo la Alquimia de la Transformación.
Parece ser que no soy la única con esta fascinación. Carl Gustav Jung también se vio atrapado por el estudio de la Alquimia y sus símbolos. La describía como un proceso a través del cual se produce una transformación interna del individuo por medio de su integración, lo que conduce a un estado de plenitud.
Si vamos al propósito último por el que alguien acude al mentoring, más allá del objetivo concreto a lograr, nos encontraremos siempre con la necesidad de cambiar algo, de comprender algo, de vencer un bloqueo o resistencia, de reencontrarse a si mismo, de volver a ser feliz o disfrutar, de encontrar sentido, de liberarse de alguna limitación, de descubrir o recuperar todo su potencial y esencia. Aunque este propósito no se verbalice, o ni siquiera sea consciente, en algún momento del proceso emerge esta necesidad de ir más allá del objetivo concreto, porque la persona descubre aspectos de ella misma, que hasta el momento permanecían ocultos pero estaban genernado conflictos dentro de ella, que le roban energía y le impide liberar todo su potencial y hacer realidad sus aspiraciones.
En el proceso alquímico el objetivo es lograr convertirse en oro, que hoy en día sería algo así hacer brillar nuestra luz interior, resplandecer de felicidad, encontrarnos con la parte más pura de nuestro ser (la esencia), tener una existencia limpia de negatividad, o como dice Eckhart Tolle lograr una conciencia pura e iluminada. Vamos, lo que Sócrates llamaba limpiar de maleza nuestra mente, espíritu y existencia para dar a luz la verdad que llevamos dentro.
El proceso alquímico de la transformación en oro
Para lograr la transformación en oro, la alquimia requiere un proceso de tres fases, que son bastante similares a las que recorre cualquier persona que se acerca al mentoring, y que ya describía Jung:
1.- Fase Nigredo: Inmersión en la materia prima, indagación en el interior de la persona, en sus pensamientos, creencias, emociones, mapas del mundo, fortalezas, deseos, aspiraciones, sueños. En esta fase la persona se enfrenta a sus miedos, a esas realidades que no quiere ver, a los aspectos sobre sí misma de los que no es consciente.
Es la fase en la que se hace la luz, en la que aflora al consciente una parte de nuestra zona oscura e inconsciente. La parte representada por todo lo que rechazamos en los demás, que es una proyección de lo que no aceptamos en nosotros, la parte de nosotros que hemos negado por haber sido rechaza por otros, nuestras potencialidades oscurecidas por el no uso.
En esta etapa uno se sumerge en sí mismo para hacerse consciente de todo lo que hay en su interior, haciéndose cargo de ello, apropiándose, responsabilizándose de lo que verdaderamente es suyo, aunque no le guste.
Es la fase más incomoda de cualquier proceso de desarrollo y transformación, pero es una fase necesaria de limpieza sin la cual es imposible completar el proceso y una de las razones por las que no logramos nuestros objetivos.
2.- Fase Albedo: limpieza y despertar. La persona se va deshaciendo de todas las creencias limitantes que le atenazaban, las proyecciones de otros que lo limitaban, las emociones negativas que llena su vida de sombras, las presuposiciones que le impeden ver con claridad. A medida que el proceso de limpieza avanza, va despertando el verdadero ser, la verdadera persona que habita en nosotros, lo genuino, espontáneo y auténtico, como describen también Rogers y Maslow.
Con ese despertar van aflorando capacidades como la intuición, la imaginación, la creatividad y fortalezas como la confianza, la seguridad y el coraje. Así es como comienza a desarrollarse todo el potencial de la persona.
Es una fase marcada por la resistencia a dejar ir todo aquello a lo que hemos vivido tanto tiempo apegados. Por ello, es fundamental la labor de acompañamiento del mentor que unas veces retará para mantener activo el proceso y, en otras, deberá sostener para que no se queme. Es una fase de reconciliación en la que es importante que el cliente logre ver la intención positiva de todo lo que deja ir porque ya no le es útil, pero que sepa agradecer la función que hasta ahora desempeño en su vida.
3.- Fase Rubredo: es la última fase del proceso alquímico, en la que emerge lo mejor que llevamos dentro y que realmente somos. En esta fase la persona recupera su poder y sabiduría interior, tiene una consciencia más plena, se responsabiliza y actua para lograr sus metas poniendo en juego todo su potencial, fortalezas, energía, creatividad e intuición. Esta fase encarna la transformación y se materializa en un brillo especial que se escapa por los ojos, la sonrisa y todo el cuerpo, que nace de lo mas profundo del ser.
Un proceso de mentoring exitoso implica que el cliente logre su objetivo. Para ello debe aportar su total compromiso y el mentor un buen dominio de la metodología, técnicas y herramientas, así como un sólido conocimiento sobre la práctica del mentoring. Ahora bien, la Alquimia de la Transformación solo se logra cuando el mentor, además de método, pone toda su alma en el proceso, abriendo con su cliente un espacio de conexión de energías que hacen aflorar lo mejor del ser humano.
Más allá de las competencias en mentoring que exigen organismos como la ICF, EMCC, AICM o AECOP, me gusta evaluar en mis procesos de mentoring y en los de las personas que superviso en la Certificación Internacional en Mentoring, lo que llamo las Habilidades de un Mentor Alquimista:
A/ Generar un espacio de confianza
- Logra la Resonancia Emocional con el cliente
- Ser auténtica para impulsar la autenticidad del cliente
- Cercanía y presencia para lograr la apertura del cliente
- Consciencia y responsabilidad de mi rol para obtener la credibilidad del cliente
B/ Generar un espacio de inspiración
- Provocar los insight del cliente
- Elevar las metas del cliente
- Despertar al líder interior del cliente
- Desarrollar la creatividad del cliente
- Retar para provocar cambios en el cliente
C/ Favorecer la creación de sentido
- Ayudar al cliente a alinear todas sus dimensiones (intelectual, emocional, espiritual, corporal)
- Elevara la consciencia del cliente
- Conectar al cliente con su propósito, visión, misión, pasión y potencial
- Fortalecer el compromiso del cliente con sus metas
D/ Favorecer una visión de futuro
- Potenciar la sabiduría interior del cliente a través de su intuición
- Desarrollar en el cliente la metacognición o capacidad de pensar sobre como piensa.
- Favorecer la Atención periférica para ser capaz de estar focalizado a la vez en uno mismo, en los demás y en el entorno, y saber descubrir y aprovechar las verdaderas oportunidades
- Impulsar el empoderamiento del cliente para que sea capaz de asumir nuevos retos en el futuro
¿Te ánimas a probar la Alquimia de la Transformación a través del mentoring?
Autora: María Luisa de Miguel
Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring.
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