Neurobiología de la Motivación
Qué tendrá la motivación que tanto nos ocupa y preocupa. Múltiples son las teorías que surgen alrededor de ella, múltiples las personas que acuden al coaching en busca de la motivación perdida, y muchas las empresas que anhelan encontrar la pócima mágica para lograr que sus empleados se sientan motivados.
Y no es de extrañar, si tenemos en cuenta que estamos hablando de conocer lo que nos mueve a realizar una determinada acción o conducta para conseguir el logro de nuestras metas. Etimológicamente la motivación significa “motivo para la acción”. Por tanto, la clave está en descubrir cuales son esos motivos para despertarla y ponernos en marcha, pues solo desde la acción se produce el cambio, y por tanto, el logro de las metas y la realización personal y profesional.
La motivación es el concepto que encierra un conjunto de variables responsables del inicio de un comportamiento o acción, la intensidad con la que lo realizamos, la dirección de dicho comportamiento, y el mantenimiento del mismo en el tiempo. La mayor parte de los investigadores coinciden en que hay 3 factores clave en el proceso motivacional, que conforman lo que se conoce como Circuito Neurobiológico de la motivación:
–ACTIVACIÓN, relacionado con la liberación del neurotransmisor de la dopamina.
Percibimos un estimulo externo que pasa un primer filtro si resulta importante para nuestra superviviencia, y pasa a la amigdala (nuestro radar emocional), quien evalua si el estimulo nos genera placer o dolor. Si es dolor el estimulo se almacena en la memoria emocional. Si el estímulo es percibido como una posible recompensa o fuente de placer, la información seguirá su camino hasta llegar al núcleo accumbens (donde reside la función del circuito del placer o premio-recompensa). Al llegar aquí se produce la liberación de Dopamina, que puede ser algo así como la chispa que nos pone en marcha, nos activa, nos empuja a la acción. La Dopamina despierta el deseo de conseguir algo que hemos percibido en el entorno como placentero para nosotros.
Para ponernos en marcha hay que encender el motor, y el motor humano es el deseo y el interés. Activar el deseo y el interés es el primer paso para la motivación, y ese paso solo se impulsa desde lo emocional. Nuestro cerebro consciente se activa cuando la amigdala se pone en funcionamiento, y eso solo ocurre cuando los estímulos, información del entorno nos generan una emoción.
¿Qué despierta nuestra emoción, nuestro deseo? La respuesta son los motivos que nos mueven: el poder, el reto, los logros, las relaciones con las personas, trabajar en equipo y cooperar, el disfrute y el placer, aprender, la autonomía, la seguridad, la comodidad, contribuir a algo más grande que nosotros, etc. Son diferentes en cada uno, por eso, una pieza fundamental en la activación es conocer los que nos motiva a cada persona.
Cuando conectamos con nuestras motivaciones personales el cerebro límbico se pone en marcha, y empieza a trabajar liberando dopamina (experimentamos placer), y conectando las distintas regiones o áreas cerebrales. Estamos en situación activa, queremos más, queremos buscar, queremos obtener, este es el impulso que mueve la acción.
–DIRECCION, relacionado con la liberación del neurotransmisor de la adrenalina
En milesimas de segundo el cerebro límbico envia un mensaje al cerebro racional a través de la generación de adrenalina, a la parte prefrontal donde están las funciones ejecutivas encargadas de la acción. Primero sopesa, luego se marca objetivos y planifica acciones, y luego ejecuta esas acciones.
Si una vez activado el deseo no se pasa a la acción se frustra el proceso de la motivación, porque se corta el circuito motivacional y se le impide a la persona experimentar el placer de lograr lo que desea. En esta fase es también fundamental que los objetivos sean acordes a las capacidades y condiciones, es decir, alcanzables porque sino la frustración también aparecerá.
Así mismo en esta fase es importante hacer ver los beneficios de las acciones a emprender, y que estos compensan a las posibles pérdidas. El balance placer-dolor tiene que ser positivo en favor del primero, de lo contrario no se activará nuestra energía. Si no somos conscientes de la satisfacción que las acciones a llevar a cabo nos van a proporcionar, nuestro sistema de recompensa bloqueará las funciones ejecutivas y no pasaremos a la acción.
Si no pasamos a la acción, o las acciones exceden de nuestros recursos la motivación decae. En el tránsito entre activación y dirección es clave trabajar las resistencias a la acción (miedos, creencias limitantes…), la procrastinación, las fuerzas impulsoras y frenadoras, reforzar la autoeficacia, la buena fijación de objetivos, y otras estrategias que utilizamos en mentoring y coaching para favorecer la proactividad.
Un ejemplo claro de como funcionan óptimamente en equipo la activación y la dirección la tenemos en la fijación de objetivos. Para activar el deseo tenemos que conectar con la parte emocional, por eso hablamos de sueños, de grandeza, de posibilidad, de imaginar. Ahora bien, cuando queremos darle dirección a ese deseo tenemos que trabajar más la parte racional, y por eso, empezamos a hablar de objetivos, de pérdidas y beneficios, de explorar la realidad, etc. Esto es inteligencia Emocional. La dopamina genera optimismo, ilusión, entusiasmo y otras emociones que dificultan la percepción de la realidad de forma objetiva. La adrenalina baja los niveles de dopamina y nos permite ser más objetivos y realistas.
La adrenalina también nos permite mantener la acción durante el tiempo hasta lograr la recompensa deseada, la meta. En esta fase del proceso hay un esfuerzo consciente y querido, intervienen las funciones ejecutivas de nuestro cerebro racional. Sin embargo ese esfuerzo nos produce placer, por eso lo mantenemos, si no es así, y deja de haber placer no persistimos, abandonamos y nos desactivamos. En la fase de dirección es donde se produce el estado de flujo del que habla Mihaly Csikszentmihalyi, y donde interviene la fuerza de voluntad que también describe Jose Antonio Marina, para hacernos llegar a la ultima fase y experimentar la satisfacción.
–PERSISTENCIA-SATISFACCION, relacionado con la liberación del neurotransmisor de la serotonina.
El placer, la satisfacción es la recompensa por el esfuerzo invertido en pasar a la acción y mantenerla y haber logrado lo que queríamos. Si no hay acción el deseo queda frustrado y no obtenemos satisfacción y recompensa (placer). Si el objetivo es inalcanzable, por eso es tan importante la actuación de nuestra mente racional en la fase de dirección y acción, tampoco logramos la satisfacción de nuestro deseo.
La persistencia, entendida como perserverancia, es la que nos mantienen en la acción y dirección adecuadas hacia el logro de la meta deseada. Si no hay persistencia no hay recompensa, no se experimenta el placer y la motivación se pierde. Nuestra energía se debilita para emprender próximas acciones o alcanzar nuevos objetivos.
Sin embargo, cuando perseveramos en nuestras acciones logramos nuestras metas, obtenemos nuestra recompensa, y tiene lugar la liberación de serotonina, que nos introduce en un estado mental de calma, serenidad, sensación de control de uno mismo, buen humor. En definitiva experimentamos une estado de bienestar y satisfacción personal que genera dosis de energía extra.
A veces incluso aun no habiendo alcanzado el objetivo, si se es consciente del aprendizaje, de la mejora o de habernos superado, la satisfacción también se produce, se libera serotonina, se experimentan estado positivos relacionados con el logro u orgullo, y se vuelve a retroalimentar el proceso motivacional.
La serotonina es la responsable de que nos sintamos relajados y no ansiosos, con sensación de bienestar y no deprimidos, tranquilos y no irascibles. La generación de serotonina tiene mucho que ver con la Felicidad, es la hormona que influye en el humor, regula el sueño, y el apetito.
Te suenan esas personas con un gran entusiasmo e impulso que tras los primeros pasos pierden el fuelle. Todos esos que están llenos de ideas, planes, proyectos y objetivos que te cuentan van a poner en marcha de una manera enérgica, apasionada, y hasta convincente, y pasan los meses, los años, y siguen igual, o ya han cambiado de proyectos u objetivos pero ninguno se lleva a la práctica. Otras personas ponen en marcha muchos proyectos o planes de acción para conseguir sus objetivos pero no terminan nada, empiezan mucho pero no acaban nada. Tanto unas como otras no completan el circuito de la motivación, se activan con facilidad pero no pasan a la acción, o actuan y se mueven en la dirección de lo que desean, pero no son capaces de mantenerse en ella, no persisten. Vamos mucha dopamina y adrenalina, pero poca serotonina. Seguro que ahora entiendes muchas reacciones, muchos frustraciones, muchas vidas.
El circuito neurobiológico de la motivación explica también porque nos desmotivamos:
–no generamos dopamina porque no nos permitimos soñar, marcarnos metas ilusionantes y atractivas, no nos permitimos pensar en lo que verdaramente queremos y nos importan, vivimos desde el “tengo que” y no desde el “quiero”. No experimentamos place en esta fase.
– no generamos adrenalina porque, cuando logramos establecer metas que realmente son significativas y relevantes para nosotros, nos cuesta pasar a la acción debido a la intervención de resistencias inconscientes que no controlamos. O no hemos filtrado las metas por el ojo del neocortex lo que ocasiona que excedan de nuestras capacidades y no están bien definidas, y cuando pasamos a la acción, ésta no es acorde con ellas. Actuamos sin dirección, nuestros esfuerzos no logran los resultados esperados, nos distraemos, o nos bloqueamos al actuar. De nuevo hay una ausencia de placer en esta fase.
–no generamos serotonina porque no perseveramos en nuestras acciones para el logro de la meta, porque no hemos calculado bien el esfuerzo, no somos conscientes anticipadamente de los beneficios de su logro, no hemos generado la energía suficiente para mantenernos en el camino. Nos hemos privado del placer y la satisfacción.
Nuestra motivación, y nuestra felicidad requiere saber mantener la sensación de placer y bienestar en cada una de las fases del proceso motivacional. En eso precisamente consiste la autorregulación emocional. Necesitamos saber que nos activa, que despierta nuestra emoción, nuestro deseo, nuestra motivación, y generar los estados emocionales o motivacionales que nos facilitan pasar a la acción y ejecutar las acciones planificadas. También necesitamos mantener la energía necesaria para perseverar en el esfuerzo hacia la meta. Tenemos que aprender a gestionar nuestra energía, a proveernos de los estados emocionales idóneos para cada fase del proceso, a parar para recuperar fuerzas, a darnos lo que necesitamos y queremos. Tenemos que aprender a gestionar el placer.
¿Y tú como gestionas el placer? ¿Quieres más serotonina en tu vida? Escríbenos.
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