Esta semana ha caído en mis manos una infografía, sobre las diferencias entre coaching y mentoring, elaborada por una de las empresas españolas que cotizan en el IBEX-35. No voy a entrar en este post sobre dichas diferencias porque después de muchos años contestando a esta pregunta en diferentes conferencias publique un artículo al respecto que puede leerse aquí.

Lo que hoy me gustaría abordar es la necesidad de estar actualizados en torno a conceptos, teorías, metodologías en el área de RRHH, gestión de personas o desarrollo de talento. En estos ámbitos también es necesario innovar, adaptarse, actualizarse y realizar vigilancia intelectual. No podemos gestionar el talento del siglo XXI con enfoques del siglo XIX.

La anacronía es un error que resulta de situar a una persona o cosa en un período de tiempo que no se corresponde con el que le es propio. Para mi manejar un concepto de mentoring o trabajar esta metodología en las organizaciones con enfoques no ajustados a los tiempos actuales es una anacronía. 

Quiero comenzar relacionando los 7 puntos con los que la citada infografía define el mentoring para luego explicar porque este enfoque pertenece más a ideas del pasado basadas en la jerarquía, el control o el tutelaje, lejanas al famoso empowerment, learnability, autodominio, aprendizaje autodirigido, de los que tanto se habla actualmente.

En primer lugar, el mentoring no se focaliza en la tarea sino en el objetivo. El mentoring no es táctico es estratégico, fomenta el pensamiento y el aprendizaje estratégico. Un proceso de mentoring gira en torno a un objetivo a lograr por el mentee dentro de su desarrollo profesional en la organización. Además poco sentido tendría que el mentoring se enfocara en la tarea cuando realmente en eso consiste el día a día del desempeño laboral y la función del supervisor/a o manager del mentee.

En segundo lugar, el mentoring no es un modelado en el sentido de indicarle a una persona el modelo a seguir y hacer encajar en dicho modelo. Más bien todo lo contrario, el mentoring ayuda a la persona a encontrar su propio modelo de rol profesional, su propio modelo de aprendizaje, su propio camino. Si es verdad que el mentor es un modelo de comportamientos pero no acrítico, en el sentido de imitación o reproducción por su mentee, sino crítico lo que supone que el comportamiento del mentor está sometido a feedback del  mentee, a cuestionamiento, reflexión, comparación. El mentor es un referente, es decir, una referencia posible a tomar en cuenta, pero no a imitar, ni la única, ni por entero o en todo.

Creo que el nuevo anuncio ONE del Banco Santander con Rafa Nadal define muy bien el rol de un mentor como la persona que te ayuda a encontrar tu esencia única, ponerla al servicio de tu desarrollo personal y profesional y aportar con ello valor a tu organización.

«Tú eres único, protege lo que te hace diferente». 

Eso es lo que hacemos los mentores ayudar a descubrir lo que hace diferente y única a cada persona, protegerlo y enseñarles a que lo protejan, lo cuiden, lo cultiven, lo muestre, lo aporten y contribuyan con ello a aportar valor.

En tercer lugar, las referencias a maestro y discípulo son de otra época sin lugar a dudas. La relación de mentoring no es jerárquica es democrática, de persona a persona, de igual a igual, diferentes conocimientos y experiencias si pero no en términos de más o menos, mejor o peor, sino simplemente diferentes. Y esta es la riqueza del mentoring, el diálogo entre las diferencias para co-crear, co-aprender, regenerar el conocimiento. Es una relación de adulto a adulto porque estas son las únicas relaciones en las que se puede crecer y desarrollarse.

En cuarto lugar, no solo el mentor cuenta con experiencia y conocimientos, el mentee también los tiene, diferentes pero los tiene y de ahí que ambos puedan aprender y nutrirse mutuamente en el proceso. Además, el mentoring no es solo aprendizaje de la experiencia del mentor, sino también de la propia experiencia del mentee. De hecho el 80% del proceso debe girar en torno a las experiencias concretas del mentee durante el mismo para reflexionar sobre ellas y aprender a aprender de la experiencia. En esto es en lo que consiste la learnability en un diálogo metacognitivo de la experiencia y ese diálogo lo facilita el mentor.

En quinto lugar, el mentoring es mucho más que transmitir consejos y recomendaciones. Transmitir no implica aprendizaje y, además, para que el aprendizaje sea significativo y se consolide en la memoria a largo plazo, es importante que esté conectado con la persona y sus experiencias. En el mentoring se aprende mucho más con las preguntas del mentor que con sus consejos. Asimismo es un error creer que la experiencia del mentor solo puede ser utilizada para aconsejar porque la experiencia es un conocimiento muy útil para hacer buenas preguntas, si se combina con una escucha de calidad.

“Uno reconoce a las personas inteligentes por sus respuestas. A los sabios se les reconoce por sus preguntas.”Naguib Mahfuz

El rol de mentor tiene 7 dimensiones: acompañante, indagador, explorador y amplificador de opciones, informador-consejor-proveedor de recursos, impulsor, conector y modelo de comportamientos. Limitar la función de un mentor a transmitir conocimientos y recomendaciones es limitar el desarrollo neurocognitivo de su mentee.

Por último, si coincido en que el mentor busca desarrollar las capacidades de su mentee a través del diálogo y la observación, pero lo que no veo es como eso va a ser posible en un modelo de diálogo en el que el mentor es el maestro, el único que posee conocimientos y experiencias y transmitiendo consejos y recomendaciones. Yo esto lo veo más un monólogo, master class o discurso, que no niego pueda servir para transmitir conocimientos, pero dudo mucho que impacte en el desarrollo de capacidades y en el empowerment de una persona.

Como explico en mi libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional», el mentoring como práctica informal ha existido desde antiguo, el gran cambio se ha producido en el siglo XX, donde se ha formalizado como consecuencia de su implantación en el mundo de la empresa lo que ha dado lugar a que haya pasado de una práctica informal a una  metodología de aprendizaje, cambio y desarrollo personal y organizacional. Lo que cito a continuación es reproducción de los contenido del apartado»Orígenes, historia y evolución del mentoring hasta nuestros días» del citado libro (Mª Luisa de Miguel. Ediciones Pirámide. 2019.

La evolución del mentoring ha estado influida por los cambios sociológicos ocurridos a lo largo de la historia. De una relación jerarquizada, más propia del contexto social existente hasta la Edad Media, se ha pasado a una relación más recíproca y colaborativa. En dicha relación, la figura del mentor, como hombre de edad y experto, va dando paso a la de una persona con más experiencia y madurez vital para guiar a otros en su desarrollo, sirviendo, además, como modelo para el aprendizaje de habilidades en diferentes áreas de práctica profesional.

El mentor ha dejado de ser el gurú experto y consejero para convertirse en un guía de aprendizaje,  abandonándose la idea de maestro y aprendiz, que suponía que uno transmitía y el otro aprendía. En la actualidad, en una relación de mentoring ambas partes transmiten y aprenden. Asimismo, el mentoring ha pasado de ser una práctica espontánea, natural, voluntaria e informal, para convertirse en una práctica dotada de metodología, que no se deja al azar, sino que se promueve intencionalmente, por personas y organizaciones, con un objetivo determinado.

El paso de la era industrial a la era del conocimiento, con la irrupción de fenómenos como la globalización, la interconexión, la complejidad, la velocidad de los cambios, ha supuesto también que el mentoring esté menos centrado en el aprendizaje horizontal (adquisición de conocimientos y competencias), para centrarse más en el aprendizaje vertical (adquisición de nuevas formas de pensar y contemplar el mundo para aportar nuevas respuestas). En el siguiente cuadro puede verse la evolución histórica de la práctica del mentoring desde un modelo tradicional al modelo actual.

La historia del mentoring nos revela que, se trata de una práctica que trasciende a todas las épocas históricas, a todas las culturas y a todo los ámbitos de actuación social. Además, evoluciona para adaptarse a las nuevas demandas del entorno, los nuevos valores sociales imperantes, y las nuevas formas de relacionarse y comunicarse. Mi experiencia como miembro del Consejo Editorial de la International Review Coaching & Mentoring de la EMCC (European Mentoring & Coaching Council) corrobora la interculturalidad e interdisciplinariedad del mentoring, pues he tenido la oportunidad de revisar y evaluar números artículos y trabajos de investigación sobre la aplicación del mentoring en diversos ámbitos y países.

El mentoring desde sus orígenes hasta la actualidad describe una práctica consistente en el aprendizaje a través de otros. Su esencia, por tanto, no es la enseñanza en el sentido de instrucción o transmisión, sino en el aprendizaje basado en la interacción social entre personas diferentes que generan un diálogo que permite ampliar el pensamiento.

El mentoring es, ante todo, un modelo de aprendizaje. Su propia raíz etimológica “men” alude a la acción de pensar, en el sentido de reflexionar. No debemos olvidar que el aprendizaje se basa en una reflexión sobre la experiencia surgida de nuestro actuar diario. Reflexionar no deja de ser un diálogo de preguntas y respuestas para generar nuevos conocimientos que nos haga evolucionar como personas. Ese diálogo reflexivo se aprende de forma más efectiva a través de la conversación e interacción con otros más experimentados. El mentor es el facilitador de la reflexión necesaria sobre la experiencia para convertirla en aprendizaje.

En la actualidad, el concepto y la práctica del mentoring siguen conservando su esencia como forma de aprendizaje a través de la experiencia, tanto del mentor como del mentee. La evolución histórica ha servido para nutrir dicha práctica de diferentes conocimientos científicos y experienciales, convirtiéndola en una metodología para favorecer el aprendizaje, el cambio y el desarrollo del talento, tanto a nivel individual como organizacional.

Si el mentoring es el aprendizaje de la experiencia, la experiencia acumulada debe ayudarnos también a actualizar esta práctica a los diferentes contextos temporales y culturales. De hecho el mentoring es un modelo de aprendizaje contextual, de ahí que se haya mantenido vigente y efectivo a lo largo del tiempo.

 

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional» Ediciones Pirámide 2019

» Se necesita coraje para pararse y hablar, pero mucho más para sentarse y escuchar». Winston Churchill

Estamos viviendo momentos agitados, llenos de pérdidas, de dolor, de angustia, de miedo. Muchas emociones, necesidades y preocupaciones se están ahogando en silencio y nos están impidiendo avanzar. Necesitamos escucharnos a un nivel más profundo, dejar que afloren todos esos anhelos, miedos y dolores. Ser escuchador se va a convertir en una profesión, porque las personas cada día tienen más necesidad de ser escuchadas con profundidad y calidad, sintiéndose entendidas, atendidas, respetadas y confiadas. El gran problema de la comunicación es que no escuchamos para entender y comprender al otro sino para responderle. Centramos nuestra atención en lo que vamos a decir después de que termine de hablar la otra persona, no comprobamos si hemos escuchado y entendido bien, nos guiamos por nuestras interpretaciones, conjeturas o suposiciones y no nos esforzamos por captar y comprender el tono o los matices emotivos del mensaje del otro. En nuestra frenética actividad, donde hay que hacerlo todo para ayer, nos da la sensación de que no tenemos tiempo para escuchar, que escuchar es una pérdida de tiempo. Tenemos prisa por terminar la conversación, prisa por hablar nosotros, prisa por responder, prisa por hacer ver cuanto sabemos o cuan competentes somos resolviendo. La prisa mata la escucha, las relaciones, el aprendizaje y la creatividad. Cada vez que dejamos de escuchar a alguien estamos perdiendo una oportunidad de crear una relación con él, de afianzar la que tenemos, de aprender algo sobre él y sobre nosotros y de crear algo juntos (una idea, una solución, un nuevo punto de vista, una oportunidad, etc.).

Aunque muchas personas consideran que escuchan bien, la realidad demuestra lo contrario. Saber escuchar es más difícil que saber comunicar, porque el entrenamiento de una escucha de calidad hace aflorar muchas facetas de nuestra personalidad: actitudes, estilos motivacionales, valores, prejuicios, egos, o hábitos aprendidos. Y ya sabemos que cambiar estas cosas no es tan fácil, requiere, como decía Churchill, mucho coraje, el coraje de enfrentarse a uno mismo. Los grandes enemigos de la escucha son la impaciencia, el estrés, el cansancio, el ego y nuestros conflictos internos sin resolver, que dan lugar a emociones como el miedo a ser influidos o manipulados, a peder poder en la conversación o a parecer poco resolutivos. Todo ello se acaba viendo reflejado en las posturas que adoptamos como escuchantes, que según Lou y Francine Epstein, se pueden resumir en consejeros, víctimas y jueces.

-Cuando escuchamos desde una postura de “consejeros” consideramos que estamos en posesión de las respuestas, del conocimiento. Que somos una especie de oráculo a los que otros acuden en busca de la gran revelación. Esto nos hace desconectarnos del discurso de quien nos habla y sumergirnos en nuestra mente buscando una solución, una idea ingeniosa, un consejo con el que arreglarlo todo. Nos precipitamos a darlo, interrumpimos, e incluso a veces tratamos de imponerlo. Cuando lo hacemos, en cierta forma, estamos transmitiendo al otro que no es capaz de encontrar solo sus propias respuestas. Desde el momento en que nos creemos con derecho a aconsejar al otro nos ubicamos en una posición de superioridad, que debilita al otro el lugar de empoderarlo. Además, es bastante probable que nuestra solución no sirva porque surge desde quien somos nosotros, de nuestro mapa del mundo, y no desde el de nuestro interlocutor. 

-Desde la posición de “víctimas”, cuando alguien empieza a contarnos algo, inmediatamente comenzamos a pensar en cómo va a afectarnos lo que nos está diciendo, qué consecuencias va a acarrearnos. Nos ponemos a la defensiva porque personalizamos y subjetivamos todo el mensaje. En cuanto nos ponemos en actitud defensiva nos cerramos y se destruye la escucha de calidad. Esto ocurre, por ejemplo, cada vez que nos dan feedback y no nos gusta su contenido, o cuando nos proponen un cambio que nos incomoda o desagrada.

-Cuando escuchamos como “jueces”, adoptamos una postura crítica, nos arrogamos en evaluadores y juzgadores con derecho a aprobar o desaprobar lo que el otro dice en base a nuestros puntos de vista, con derecho a juzgar si es correcto o no y a opinar sentando cátedra. Mientras el otro habla, nosotros nos dedicamos a comparar todo lo que dice con nuestras creencias o puntos de vista, para chequear si coinciden con ellas o no, emitiendo un juicio, en muchos casos interno e inconsciente, sobre ello. Con este comportamiento cerramos nuestra mente a escuchar nuevas alternativas, enfoques y conceptos que pueden llegar a enriquecernos y nos limitamos a verificar si lo que estamos escuchando coincide o no con lo que ya sabemos.

El arte de escuchar exige renunciar a estos tres roles y abandonar posturas paternalistas, críticas o victimistas. Escuchar con calidad requiere serenidad interior, propósito, apertura, atención sostenida, empatía e intuición.

1.-Sin serenidad interior lo único que voy a escuchar va a ser mi diálogo interior, un torrente de pensamientos que vienen y van formando un gran ruido que me impide centrarme en el otro.. La serenidad nos permite una atención plena y focalizada en la conversación, evitando que las preocupaciones y los problemas cotidianos nos distraigan de ella. En estos casos es muy útil la práctica de técnicas de mindfulness, que nos ayudan a enfocar una conversación centrados, abiertos, conscientes, conectados y sosteniendo con confianza todo lo que surja en ella. En la metodología Integral Generative Mentoring utilizamos una herramienta denominada la «Mano del Mentor Excelente» para ayudar a los mentores y líderes a entrar en un estado ideal de escucha.

2.-En nuestro día a día todos tenemos que escuchar por diferentes motivos, en diferentes roles y con diferentes objetivos. Cada acto de escucha tiene un propósito diferente (convencer, negociar, compartir una idea, vender, consolar, aconsejar, aprender, impulsar el cambio) y esto condiciona mi rol de escuchante.  Antes de sumergirte en una conversación, reunión o encuentro, pregúntate ¿para que voy a escuchar? ¿cuál es mi propósito con esta conversación? También puede ser útil hacer una lista de puntos a tratar, cosas que esperas conocer e ideas que te gustaría expresar, todo ello ayudará a enfocarte en tu rol y tu objetivo en la conversación. El propósito tienen una fuerza motivacional muy potente que nos ayuda a estar en la conversación con más  apertura,  atención y empatía. Además recuerda siempre que, a nivel general, el propósito de cualquier acto comunicativo es conectar, encontrar puntos de conexión entre las diferentes partes. 

3.-La apertura al otro es clave en una buena escucha, para percibir los detalles, los matices, las singularidades, las emociones, lo que no se dice. Si no abro mi mente mis oídos tampoco se abrirán y no podré captar en la conversación posibilidades, oportunidades, puntos de conexión, información relevante para el propósito de la misma, el estado emocional desde el que el otro me habla, para evaluar si es el más propicio para el propósito de la conversación. Además sin apertura mental hacia el otro es difícil que surja la empatía porque tendemos a ser menos receptivos cuando lo que escuchamos no nos gusta, choca con nuestros valores o formas de ver el mundo.

4.-Atención sostenida y 360º, es decir, atento a lo que pasa dentro de mi cuando estoy escuchando, especialmente, a mis emociones y a los pensamientos que se generan con lo que oigo y pueden hacer que me distraiga, que interrumpa, que haga gestos de desaprobación o que me desconecte de la conversación. Atento a la plenitud del mensaje del otro, a las palabras exactas que emplea, el tono, la intensidad o énfasis con que las expresa, sus gestos, su lenguaje corporal, sus silencios, su mirada. Y atento a todo lo que ocurre en ese espacio de energías que se genera en toda conversación: que produce lo que me dice en mi y que produce lo que le digo en él .La atención sostenida implica escuchar con oídos, ojos, cuerpo, corazón y alma. Entregarse a la escucha y olvidarme de mí, de anotar lo que escucho, de mirar por el rabillo del ojo el móvil o cualquier otro elemento que pueda distraer mi atención del otro.

5.-Escuchar con empatía significa ir más allá de nuestros propios intereses para entrar en el mundo del otro y querer saber más y preocuparse por sus intereses,  ponerse en sus zapatos sin juzgarlo, comprendiendo desde donde habla, cual es su mapa del mundo y en que punto del mismo podemos encontrarnos para caminar juntos. Cuando alguien nos habla nos está abriendo las puertas de su mundo e invitando a que entremos en él y este gesto es lo suficientemente importante como para darle toda nuestra atención. Al hacerlo le estamos transmitiendo que valoramos lo que nos está compartiendo. La escucha empática significa escuchar con la intención de comprender a pesar de las diferencias de puntos de vista, ideas, valores, etc. Hacer el esfuerzo de entrar en el marco de referencia de la otra persona, para ver como el ve, sentir como el siente y comprender sus creencias  y paradigmas.

Empatizar no es simpatizar, esto último es fácil porque implica escuchar algo o a alguien que me agrada, con quién estoy alineada o en sintonía. La empatía es necesaria precisamente cuando surgen las diferencias, el conflicto, la oposición de posturas, el desacuerdo, porque la esencia de la escucha empática no consiste en estar de acuerdo sino en comprender al otro, emocional e intelectualmente, a pesar del desacuerdo. Solo así es posible sobrevolar dicho desacuerdo y encontrar puntos de conexión que mantengan vivo el flujo de la conversación y la relación, evitando egos, personalismos, guerras por tener razón y otras actitudes que destruyen la comunicación.

6.-La intuición es la otra conversación, la que va surgiendo en paralelo a las palabras que se expresan, la que hace emerger todas las emociones, valores, significados, ideas, puntos de conexión que están latentes pero no expresamente presentes. Realmente, la intuición es la maestra que guía la conversación para hacerla profunda, clarificadora y  transformadora. La intuición nos permite captar lo relevante de un mensaje y no obsesionarnos con los detalles insignificantes e intranscendentes. También nos ayuda a saber cuando indagar y profundizar sobre un tema que surje en el diálogo y cuando dejarlo, cuando la persona está preparada, emocional y mentalmente, para una pregunta o comentario y cuando no, cuando la persona está abierta y receptiva y cuándo no. La intuición es capaz de captar y comprender cual es el verdadero dilema, problema o interés de nuestro interlocutor en medio de todo el maremagnun de palabras y mensajes.

Como señala Goleman, la escucha es la habilidad clave para el desarrollo de la competencia social del manejo de las relaciones, porque el tipo de relaciones que construimos, y lo que se crea a partir de ellas, tienen mucho que ver con nuestra posición al escuchar y nuestra forma de escuchar. Como toda relación una escucha de calidad requiere atender de forma gradual las siguientes necesidades humanas, que ya apuntó Maslow: seguridad y confianza, conexión o vínculo, aprecio y reconocimiento, estímulo y crecimiento.

  1. Promover la confianza y la seguridad: escucha primero y habla después. Permite primero que la otra persona se desahogue, comparta sus inquietudes, emociones y preocupaciones.
  2. Generar el vínculo y la conexión:   después de escuchar comienza tu  intervención haciéndole ver que has entendido cuales son sus necesidades, su postura, sus preocupaciones y olvídate de argumentar inmediatamente o contraargumentar, convirtiendo la conversación en una competición.
  3. Apreciar y reconocer:  Comienza cada réplica apreciando y reconociendo algo de lo que tu interlocutor ha expresado y a continuación enlázalo con tu discurso o incorpóralo a tus preguntas.
  4. Estimular la creatividad: Haz preguntas retadoras, que provoquen nuevas ideas, perspectivas, soluciones, en base a lo que el otro te comparte, siempre usando sus palabras y argumentos porque así sentirá que está formando parte de lo que estáis creando juntos. Una pregunta apropiada sirve para abrir perspectivas sobre un asunto y favorecer nuevas reflexiones.
  5. Propiciar el crecimiento: Si has escuchado con calidad la persona que ha estado contigo no se marchará igual que llego, se irá con algo nuevo, seguramente también con más energía, más fuerza. Sentirá que tras esa conversación algo ha cambiado, por pequeño que sea, a veces es simplemente el estado de ánimo, una visión de las situaciones o de uno mismo. Pero ese pequeño cambio es el trampolín para cambios mayores.

Una escucha de calidad eleva la autoestima, mejora la empatía, evita conflictos que bloquean nuestro avance, incrementa nuestros conocimientos y amplia nuestras perspectivas, entre otros beneficios.Para disfrutar de todos ellos, además de las claves que he compartido contigo en este articulo, recuerda que el aprendizaje de escuchante no cesa nunca. Después de cada conversación reflexiona sobre cómo has escuchado, qué oportunidades has perdido por no escuchar mejor y cómo puedes mejorar tu escucha en el futuro.  

Recuerda que hablar es de expertos y escuchar es de sabios o como decía Jimi Hendrix «El conocimiento habla y la sabiduría escucha»Tu decides quien quieres ser.

Los que nos definimos como facilitadores del aprendizaje tenemos un norte que nos guía: hacer el aprendizaje significativo para las personas con las que trabajamos. Sólo así se permite la expansión del potencial y que éste se convierta en talento.

Hace ya más de 50 años, David Ausubel desarrollo la Teoría del Aprendizaje Significativo con el objetivo de conocer y explicar las condiciones y propiedades que hacen que el aprendizaje provoque cambios cognitivos estables y duraderos en el tiempo, que permitan a la persona dotar de sentido y significado, individual y social, a los nuevos conocimientos adquiridos.

En todo proceso de aprendizaje se produce el encuentro de dos mundos: el mundo de los conocimientos, creencias, valores, contextos que trae el aprendiz y el mundo de los nuevos conocimientos, creencias, valores y contextos nuevos a los que se enfrenta o se ve expuesto. En ese encuentro, y tal y como señalo Piaget, caben tres posibilidades:

  • Asimilación, mantenerse aferrado a los conocimientos e ideas previos
  • Acomodación, adoptar acríticamente los nuevos conocimientos sin ningún proceso de reflexión y adaptación previos
  • Adaptación Inteligente o equilibrio entre los esquemas previos y los nuevos, realizando una reflexión y reestructuración del conocimiento para responder óptimamente a las necesidades internas y externas.

La adaptación inteligente de Piaget es el aprendizaje significativo, un conocimiento emergente, más rico, evolucionado , que es fruto de la fusión de lo que el aprendiz trae y de lo nuevo que ha adquirido. Cuando el aprendizaje es significativo no sólo se aprende sino que se sientan las bases para aprender mejor en el futuro. El verdadero aprendizaje no es la sustitución de unos conocimientos por otros, sino la conexión de conocimientos que construyen nuevo conocimiento.

El aprendizaje significativo es aquel que provoca un cambio duradero, porque supone un aprendizaje importante en la vida de quién lo adquiere, es decir, es un aprendizaje útil para él, le aporta un beneficio claro y medible, es aplicable de forma concreta en su vida, tiene un efecto a largo plazo en el tiempo, y le supone un cambio que implica una mejora en su vida. Va mucho más allá de adquirir nuevos conocimientos, de realizar dinámicas y prácticas divertidas, estoy hablando de un aprendizaje relevante y con impacto resonante en el tiempo.

El aprendizaje significativo cambia la forma de pensar, de sentir y de actuar. Cambia el comportamiento y por tanto los resultados. Además fomenta y desarrolla el auto aprendizaje. El aprendizaje significativo es una experiencia cognitiva y emocional. La integración constructiva de pensar, hacer y sentir constituye el eje fundamental del engrandecimiento humano.

Para que se produzca aprendizaje significativo han de darse dos condiciones fundamentales:

– Actitud abierta del aprendiz para aprender de manera significativa. Así como una actitud crítica que le impulsé a analizar desde distintas perspectivas los contenidos que se le presentan, a valorarlos y contemplarlos  desde diferentes puntos de vista, y a trabajar activamente para atribuirles significados y no limitarse simplemente a adquirirlos.

Habilidad de facilitador del aprendizaje para hacerlo potencialmente significativo. Esto requiere que los contenidos y prácticas utilizados estén relacionados y sean relevantes para el que aprende. Y además, que el facilitador ayude a conectar los nuevos conocimientos con los que ya posee el alumno, para lo cual será necesario indagar y conectar con sus motivaciones, intereses y necesidades.

Cono del aprendizaje de Edgar Dole

Cono del aprendizaje de Edgar Dole

¿Qué estrategias podemos utilizar como facilitadores para propiciar un aprendizaje significativo?

1.- Promover la apertura del aprendiz hacia el aprendizaje.

Nuestro primer contacto con las personas que vienen a aprender debe facilitar su apertura, para ello jugar con las emociones positivas de la sorpresa, la alegría y el interés son una apuesta segura. Hace unos días impartí una charla sobre «Coaching y Talento» a alumnos de primero de carera de Ingeniería Industrial. En sus pupitres les esperaba un globo de distintos colores que en seguida despertó su interés, que mantuve pidiéndoles que no lo inflarán porque se perderían la sorpresa final.

El simple hecho de encontrarse con algo que no es habitual en sus clases, con colores vivos que despiertan el entusiasmo, y generar una expectativa sorpresa futura, ya hace que se despierte su interés y con ello una mayor apertura.

Las dinámicas de caldeamiento son una pieza fundamental para facilitar la apertura hacia el aprendizaje, permiten entrar en calor, crear un clima de apertura, generar emociones positivas que expanden el aprendizaje. El caldeamiento es una técnica dirigida a centrar al grupo en la tarea de aprender, cohesionarlo y facilitar que emerge el aprendizaje favoreciendo la creatividad, desinhibición y espontaneidad.

2.- Cuestionar el estatus quo del conocimiento

El facilitador debe promover el cuestionamiento, lanzando preguntas que pongan a prueba sus propias teorías y conocimientos, fomentando el espíritu crítico y la reflexión, para evitar el aprendizaje automático o asimilación de conocimientos.

Enseñar de forma condicional, abriendo paso a la duda para generar debate y creación de nuevo conocimiento. Extrapolando las ideas a otros contextos para ver si se sostienen o como deben ser reelaboradas.

El facilitador debe fomentar la rebeldía académica con su propio ejemplo, no seguir patrones sin más, incitar a que le rebatan y le cuestionen.  Retar a los alumnos y hacerlos salir de su zona de confort es otra de las estrategias para hacer el aprendizaje más significativo.

3.- Manejar la diversidad y variabilidad de estímulos

Para mantener la motivación, despertar continuamente el interés, evitar las distracciones es necesario que el facilitador presente los contenidos utilizando distintos tipos de estímulos, sistemas de aprendizaje, ritmos.

Utilizar colores, diferentes formatos de presentación, cambiar las ubicaciones en el aula, los ritmos de la voz, mover a los participantes, utilizar música, imágenes, videos, historias, juegos, competiciones, mapas mentales, construcción de figuras, etc.

La introducción adecuada de estímulos varios, que trabajen los distintos sistemas de representación (visual, kinestesico, auditivo) y los 4 estilos de aprendizaje según David Kolb (conceptual, experiencial, reflexivo y activo), genera momentos de sorpresa e interés que permiten recuperar la atención o evitar que esta se pierda.

4.- Hacer relevante el aprendizaje para el que aprende

Lo relevante es lo que conecta con nosotros, con nuestra vida, con lo que realmente nos importa, con lo que necesitamos. Esto es lo que recordamos con más facilidad, y por tanto, lo que nos resulta más fácil de aprender.

Para hacer relevante el aprendizaje tenemos que conectar los contenidos con la experiencia real e individual del aprendiz, con sus intereses y necesidades. Para ello es fundamental hacerle participe, permitirle que juegue con los conocimientos y contenidos, que los lleve a su terreno, que les busque posibilidades. Aquí la empatía y el arte de preguntar del facilitador son una pieza clave para poder entrar en el mundo del aprendiz, y luego plantear hipótesis, situaciones simuladas que puedan darse en su vida y ver como aplicaría en ellas los conocimientos adquiridos.

Estimular la creatividad del alumno para que establezca los vínculos entre la información que se presenta y su experiencia, también ayuda a hacer relevante el aprendizaje. Favoreciendo la observación de los detalles, impulsando el descubrimiento de aspectos ocultos o poco frecuentes, potenciando la búsqueda de las diferencias, las lagunas, las incoherencias, las excepciones.

5.- Elevar el nivel de consciencia a través del feedback

Experimentar los conocimientos de forma activa a través del rol playing o de la escenificación guiada por el facilitador, permitiendo al que participa activamente observarse y realizar un autofeedback para elevar su nivel de consciencia. Completar este proceso con el feedback del resto de los participantes observadores para ampliar las perspectivas y el nivel de consciencia sobre zonas oscuras y desconocidas.

Los que observan también aprenden de la experiencia del que actúa, realizando una transferencia a su propias situaciones, haciendo relevante el aprendizaje. Viendo como actúan otros se exploran nuevas opciones de comportamiento y se pueden realizar comparaciones y evaluaciones con el propio comportamiento,  que dan lugar a la incorporación de mejoras, el reforzamiento de estrategias exitosas o la desactivación de conductas poco efectivas.

Toda dinámica de aprendizaje debe finalizar con un proceso de triple feedback: primero permitiendo el autofeedback del alumno, segundo propiciando el feedback del resto de los compañeros y por último cerrando con el feedback del facilitador para integrar y consolidar de forma consciente y óptima los aprendizajes.

Además de estos 5 pasos es fundamental para que el aprendizaje sea significativo que la formación a impartir tenga un objetivo claro de aprendizaje, y que se diseñe como un proceso en el que se van conectando gradualmente unos aprendizajes con otros, generandose enlaces conceptuales, y que no se trate por tanto de conceptos, conocimientos y prácticas aisladas entre si. La claridad en la meta de aprendizaje activa la motivación para aprender, y el diseño de la formación como un proceso en el que se avanza hacia la meta de aprendizaje contribuye a mantener dicha motivación y a integrar más el aprendizaje.

Sólo el aprendizaje significativo facilita el desarrollo del talento.

 

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora libro “Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional”. Ediciones Pirámide 2019

«Considera que tu identidad está en evolución y despréndete de las historias que ya no te sirven». Susan David

Agilidad emocional es soltar, pero soltar con consciencia, por elección, desapegarse de lo que nos impide fluir en la vida, acompañar la vida acompasándonos con ella, bailar con la vida. Soltar emociones, soltar pensamientos, soltar creencias, soltar relaciones, soltar para movernos con más flexibilidad y poder adaptarnos a las diferentes situaciones y retos que nos plantea nuestra existencia.

La vida líquida en la que nos hallamos inmersos, en la que todo lo que nos desagrada, no queremos o no nos gusta se cambia, se sustituye por otra cosa o se elimina nos hace creer, erróneamente, que haciéndolo progresamos, evolucionamos, maduramos o crecemos. Pero soltar no es cambiar, no es cambiar una emoción o pensamiento negativo por uno positivo, no es cambiar un trabajo por otro o una relación por otra. Soltar es elegir como responder en cada momento siendo conscientes de lo que esta pasando dentro y fuera de nosotros, de cuál es nuestro propósito, nuestra meta y los valores que nos guían. Soltar es gestionar y eso requiere inteligencia, trabajo, esfuerzo y voluntad.

Para soltar hace falta claridad, perspectiva y objetividad, no dejarnos llevar por el maremagnum de sensaciones, emociones y pensamientos, que se arremolinan dentro de nosotros en cada situación del día a día. No podemos gestionar adecuadamente nuestras reacciones cuando negamos la realidad, obviamos parte de la misma o la distorsionamos, o cuando convertimos en un hecho cierto y real lo que es producto de nuestra interpretación (o incluso imaginación) derivada de creencias, necesidades, deseos, estados emocionales, etc.

Vivimos encadenados a respuestas automáticas ante diferentes situaciones que nos ocurren: miradas de reproche cuando lo que escuchamos no nos gusta; descalificaciones sobre otros porque nos sentimos amenazados por su éxito, su competencia, su protagonismo, sus logros; excusas para justificar nuestros incumplimientos o para evitar comprometernos; aceptar ideas sin cuestionar para formar parte de la tribu, etc. Todas estas reacciones son respuestas automáticas a necesidades insatisfechas de las que no somos conscientes y es, precisamente, la falta de consciencia sobre nuestras verdaderas necesidades las que nos encadena a una vida de inercia, sin sentido, sin control, sin satisfacción.

La agilidad emocional es la capacidad de crear un espacio entre el estímulo y la respuesta, entre pensamiento y acción, entre el detonador que activa nuestra respuesta inconsciente y la elección de nuestra conducta en base a nuestra necesidad consciente y la demanda del entorno. Es crear un espacio entre el instante en que una persona cuestiona nuestra idea y la elaboración de una respuesta asertiva. Ese espacio se abre con una pregunta ¿que es lo que realmente está ocurriendo en mi y fuera de mi? ¿cómo puedo gestionarlo adecuadamente? ¿que respuesta me haría quedar satisfecho de forma duradera? Estas preguntas nos permiten ver con claridad, que es lo que realmente está pasando en la situación, y no reaccionar a ella solo como yo la estoy viviendo emocionalmente. Consciencia, autoconocimiento y empatía son la alianza perfecta para crear ese espacio donde brote la agilidad emocional.

Evitar las emociones desagradables, como la tristeza, el miedo, el enfado o el asco, pretender no tenerlas, no vivirlas o sustituirlas rápidamente nos impide descubrir su origen, su causa, qué las ocasiona. Detrás de todas ellas hay necesidades insatisfechas, valores personales no realizados y aspiraciones postergadas. Las emociones nos informan de lo que nos está pasando: la tristeza surge ante la pérdida de algo que valoramos, el enfado es una reacción a la transgresión de un límite o valor personal, el miedo es la respuesta a la amenaza sobre algo que es importante en nuestra vida, el asco la imposibilidad de tragar con una situación. Al desatendernos emocionalmente impedimos nuestro aprendizaje, nuestra capacidad de superarnos, nos volvemos frágiles. Por eso, en momentos en los que la vida nos golpea más fuerte nos venimos abajo, porque hemos perdido día a día la oportunidad de fortalecernos a través de una gestión emocional consciente y sincera. En otras ocasiones reaccionamos de manera desproporcionada a la situación o nos enfermamos.

Para evitar todo ello hoy quiero compartir contigo los 5 pasos que puedes comenzar a practicar para lograr la agilidad emocional en tu día a día:

1.- Tomar posesión: Todo comienza con una sensación y nuestra respuesta ante ella debe ser siempre una pregunta ¿Qué me está pasando? ¿Qué emoción estoy sintiendo? ¿Es tristeza, es vergüenza, es culpa, es frustración…? Una vez que la identifico (que ya te digo lleva su tiempo, a veces pueden ser hasta días) lo que sigue es apropiarme de ella, en el sentido de que es mía, no me la ha generado nadie, no es responsabilidad de nada ni de nadie. Lo estoy sintiendo yo, me está pasando a mi y me está pasando por algo que hay dentro de mi, que necesito descubrir y que ha sido activado por una situación externa, pero la situación no es la responsable. Otras preguntas que pueden ayudar son: ¿Qué ha ocurrido para que me sienta así?  ¿Que me está diciendo esto que siento? Si siento tristeza puedo preguntarme ¿qué he perdido? si tengo miedo ¿en que me siento amenazado? ¿Qué necesidad no está siendo satisfecha? Por ejemplo, la tristeza suele informarnos de la falta de amor, la ira de la falta de respeto.

Tomar posesión tiene que ver con aceptar lo que realmente está pasando, no huir de ello, no negarlo, no taparlo, no pretender escapar buscando un sucedáneo que me permita experimentar una situación placentera. Cuando tomo posesión, me hago cargo de mis emociones y de las necesidades que las generan, y al hacerme cargo no solo me apodero sino que me empodero, adquiero poder, me fortalezco. Lo que no aceptamos nos debilita, nos quita poder y ese vació de poder suele ser aprovechado por otros para manipularnos, dirigirnos o embaucarnos.

2.-Desapegarse: No soy mis emociones, no soy culpable, ni vergonzoso, ni frustrado, ni miedoso. Simplemente me estoy sintiendo así pero puedo aprender a canalizar esos sentimientos de una forma más beneficiosa para mi. Desapegarse es soltar, es mirar a la emoción desde la distancia, sabiendo que está en mi pero que no soy yo, que no me posee ella a mi sino yo a ella. Esa es la gran diferencia, lo que me posee me domina, me arrastra y me hace reaccionar; lo que poseo, lo gestiono, lo dirijo y respondo a ello como he decidido conscientemente. Tú decides si quieres ser espectador o protagonista de tu vida.

Para desapegarse hay distintas estrategias: escribir, entablar un diálogo con uno mismo pero como si fueramos otra persona, conversar con alguien que nos ayude a ver con más perspectiva y objetividad. Utilizar técnicas como las tres posiciones perceptivas, la herramienta resolución de conflictos internos, la técnica asociado/disociado, el reencuadre afortunadamente, el mindfulness. Si quieres conocerlas deja un comentario en mi blog y te envió alguna de ellas. Para desapegarnos es también importante ser empáticos con nosotros mismos, tratarnos con compasión, ver la intención positiva detrás de nuestros comportamientos.

Se trata de tomar distancia entre el pensador y el pensamiento, el que siente y el sentimiento para ampliar nuestra visión y nuestra percepción y ver donde antes no veíamos. Como dice la Dra. Susan David, se trata de tener «metavisión» una visión desde arriba, periférica, ampliada, distanciada y desapegada, sobre nosotros, sobre los demás y sobre las situaciones.

3.-Conectarse al propósito: antes de reaccionar, de actuar, de decidir, crea otro espacio para la conexión con tu propósito. Una sencilla pregunta día tras día cambia el curso de tu vida ¿este impulso, este deseo, esto que voy a hacer, esta decisión me acerca o me aleja de mi propósito vital? ¿en que medida me acerca o me aleja? ¿como contribuye a realizarlo a hacerlo realidad?

Sobre el propósito ya he hablado mucho en este blog, es el motor de la vida, es el para que de nuestra existencia, la causa de nuestra energía, de nuestra felicidad, el pilar de una vida con sentido. Si todo lo que hacemos está conectado con nuestro propósito nos sentiremos plenos, realizados y felices. La clave es tener claro el propósito y hacerse las preguntas anteriores.

El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para que vivir. Fiódor Dostoievski.

Si todavía no has descubierto y conectado con tu propósito vital puedes escribirme y te ayudaré a hacerlo a través de un proceso de coaching/mentoring. Puedes comenzar por indagar sobre tus valores, tus referentes, tus sueños, entre ellos habita el propósito.

La pérdida de vitalidad, energía, ilusión, esperanza, motivación, sentido realmente es una desconexión de nuestra vida con nuestro propósito, es una sucesión de decisiones y acciones desconectadas de él, que con el paso del tiempo nos van alejando más y más hasta perderlo de vista en el horizonte.

4.-Vivenciar nuestro propósito: De poco sirve estar conectado con él si no lo hago realidad y eso solo se logra cuando actúo conforme a él. Ni la felicidad, ni la vida se construye con sueños, deseos o intenciones, para ello hacen falta acciones, estas son las que definen lo que somos. 

Nuestra estancia en este mundo está llena de encrucijadas en las que tenemos que elegir diferentes caminos, unos nos hacen vivir en nuestro propósito y otros nos alejan de él. Vivir en nuestros valores, en nuestro propósito es un compromiso que asumimos con nosotros, cuando lo cumplimos aumenta nuestra confianza y nuestra credibilidad, cuando lo desatendemos se quiebra y con ella la posibilidad de ser felices. Cada acción que llevamos a cabo es a la vez una oportunidad y una muestra de cuánto creemos en nosotros, cuánto nos queremos y cuán comprometidos estamos con nosotros mismos, con nuestro propósito. Revisa cada día tus acciones para comprobar, sin engañarte, sin disculpas, culpables o excusas, en qué media vivencian tu propósito. Aprende, mejora, prioriza y se creativo. Estate atento a todo lo que te distrae del camino, convierte tu entorno en un aliado y acepta la pérdida asociada al camino no elegido. Cada elección implica una renuncia y hay que aprender a lidiar con el dolor de la pérdida.

5.-Bailar con la vida: Tómate la vida como una escuela de baile, siempre puede aparecer alguien que te enseña a bailar de forma diferente, te descubre un nuevo paso o crea una nueva coreografía. Aunque hayas escuchado la misma canción más de 100 veces nunca la vas a sentir igual y nunca la vas a bailar igual. Cuando sientas que dominas el tango siempre podrás hacer algo más para mejorarlo, para darle otro toque o descubrir que otras personas o en otro lugar lo bailan de forma diferente.

La vida es igual, siempre nos está mostrando, nos está poniendo a prueba y nos está enseñando. Si contemplamos a cada persona o a cada situación, que nos produce una emoción, como un mensajero de la vida, ese alguien o algo que nos viene a mostrar un aprendizaje, que nos pone ante un reto que va a hacer emerger de nosotros una parte no explorada, dormida, o acallada que necesitaba expresarse, nunca dejarás de bailar y de fluir con la vida.

El baile requiere práctica, práctica y más práctica, la agilidad emocional también. Entrena de forma consciente estos 5 pasos todos los días. En las escuelas de baile siempre ensayas y ejecutas frente a un espejo, un evaluador implacable. En la vida el espejo eres tu (también puedes pedir feedback) así que evalúa todos los días tus resultados para introducir mejoras y afianzar los logros hasta convertirlos en un hábito de vida. La agilidad emocional es un hábito. 

Si quieres saber más sobre Agilidad Emocional te recomiendo la lectura del libro de la Dra. Susan David, también puedes escucharla en esta entrevista.

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora libro “Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional”. Ediciones Pirámide 2019

«Si el cambio se te resiste pónselo fácil».

Desaprender, aprender algo nuevo, dejar un mal hábito, adquirir otro más saludable, iniciar nuevos comportamientos, dar el primer paso para lograr algo, son retos a los que nos enfrentamos continuamente. Sin ir más lejos, en este año todo el planeta se ha visto forzado a dejar de hacer lo que diariamente realizaba (ir al trabajo, salir a tomar algo con los amigos, visitar a un familiar..) y comenzar, sin tiempo para habituarse, a desarrollar nuevas conductas (estar en casa sin poder salir, realizar las tareas escolares con los niños, teletrabajar, vivir con mascarilla…).

Hay miles de recetas para el cambio, casi todas ellas relacionadas con los aspectos internos: los pensamientos, las emociones, actitudes que impulsan los comportamientos adecuados para lograrlo, otras muchas con haz esto o lo otro. Sin embargo, muchas veces se desatienden el poder del contexto en el que interactuamos como fuerza impulsora y frenadora del cambio. Una adecuada intervención sobre el contexto puede facilitar los cambios de forma relevante, la clave en muchas ocasiones está en ponérnoslo fácil, en diseñar el entorno en forma tal que se convierta en una alianza para el cambio.

En esto consiste la contextología: es posible modificar el comportamiento mediante cambios conscientes en el contexto, que actuarán como disparadores inconscientes en la dirección deseada. En la sabiduría popular vendría a encajar con el refrán “quien evita la tentación evita el peligro”. Si estas a dieta será más fácil que no te la saltes si quedas a dar un paseo que si quedas en una cafetería. Si quieres adelgazar confecciona una lista de alimentos prohibidos y llévala cuando vayas al supermercado para no comprarlos, lo cual reducirá las posibilidades de ingerirlos en casa. Si limitamos la exposición a los factores que generan una determinada conducta que queremos cambiar, limitamos la probabilidad de que dicha conducta se produzca. Cada contexto da lugar a respuestas automáticas e inconscientes, reacciones en lugar de elecciones. Cambiar el contexto o modificarlo es otra forma de cambiar los patrones de respuesta automática.

Te pongo en situación, imagina que te has propuesto trabajar sin interrupciones durante 3 horas seguidas en un proyecto que te requiere mucha concentración. Ahora haz un escáner de tu entorno: lugar o lugares donde vas a llevarlo a cabo, costumbres, rutinas, comportamientos más habituales que se dan, personas que interactúan en él, objetos, etc. Contémplalos desde otra mirada, como aliados o enemigos de tu propósito de cambio, ¿qué o quienes lo pueden favorecer o dificultar? Y comienza a mover las fichas de tu ajedrez del cambio para ubicarlas en el lugar del tablero más idóneo para ganar la partida. En el ejemplo de trabajar sin interrupciones, se trataría de silenciar el móvil, llevarlo a otra habitación, desactivar notificaciones en el ordenador si requiere trabajar con él, no abrir la aplicación de gestión de correo electrónico, irte a un lugar donde puedas estar solo, poner en la puerta un cartel de no interrumpir con el intervalo de tiempo que necesitas, por apuntar algunas posibilidades.

Ahora que ya has realizado un calentamiento previo en contextología, vamos a avanzar más en el entrenamiento. Se trata de tener presentes 9 factores situacionales que influyen en nuestro comportamiento para identificarlos en el contexto e intervenir para modificarlos de forma que favorezcan el cambio deseado:

1.- Fuentes de información: qué leo, qué observo o qué y a quién escucho, en definitiva ¿quienes son mis mensajeros?: ¿son diversos?, ¿están contrastados? ¿son fiables? ¿con qué frecuencia? ¿en qué dosis? ¿es suficiente, insuficiente o excesivo? ¿Cómo influyen en mis pensamientos, ideas, perspectivas, ampliación de opciones, decisiones? ¿ su influencia es negativa o positivamente? ¿me amplían o me constriñen?

Si revisar facebook todos los días te genera emociones negativas y esto te impide ver con claridad cuando se te presentan situaciones dificultosas, o te genera sesgos a la hora de analizarlas, elimina de todos tus soportes la app y reduciras las probabilidades de exposición a informaciones que no te benefician. Si quieres incorporar a tu vida más actividades artísticas, suscríbete a paginas web con dichas actividades, establece la rutina de mirarlas una vez a la semana, vete a encuentros o lugares donde haya personas que tengan esas mismas aficiones, comienza a tener conversaciones con personas que hablen de temas artísticos.

2.- Incentivos: identifica que estímulos activan en ti la respuesta automática que quieres generar o la que quieres dejar atrás. Analiza tu entorno para ver cuáles de esos estímulos se encuentran en él para eliminar o evitar los que no te favorezcan y potenciar los que sí, así como añadir aquellos otros que activen la conducta deseada.

Por ejemplo, si quieres concentrar en unas horas determinadas del día la lectura y respuesta del correo electrónico para trabajar sin interrupciones y ser más efectivo, y cada vez que te salta la notificación de entrada de un correo te lanzas a abrirlo sin pensar, desactivar las notificaciones es un primer paso para hacerte más fácil lograr tu objetivo.

3.- Círculos de influencia: Emilé Durkheim señalo, hace ya más de un siglo, que una gran parte de nuestro aprendizaje (más del 50%) es adquirido de forma inconsciente por observación. Además, tenemos una tendencia a imitar, consciente o inconscientemente, el comportamiento de otros con los que nos queremos identificar, que influyen en nosotros, etc., para encajar, para ser parte de un grupo, para sentirnos aceptados, vinculados. Las experiencias compartidas nos hacen alinear comportamientos con otros, las emociones se contagian.

En base a todo ello, cuando te propongas desarrollar una nueva habilidad, adquirir una nueva competencia, dejar un hábito, adquirir otro, cambiar algo en tu vida, abandona, toma distancia o reduce los contactos con los grupos, situaciones o personas que no estén alineados con tu cambio y comienza a crear un círculo de personas que sean una influencia positiva en favor de dicho cambio. En este círculo pon especial atención a las personas que te puedan servir de modelo, de referencia pues su ejemplo es una fuente de inspiración importante para el cambio.

4.-Cambiar las opciones: Muchas de las conductas que realizamos son por defecto, es decir, porque creemos que no tenemos otra opción, porque no se nos ha ocurrido pensar en ellas e incorporarlas. Es habitual que en las empresas las personas se quejen de que sus jefes/as les envíen correos fuera del horario laboral y que sus jefes les digan que simplemente lo hace de forma automática, pero que no significa que los tenga que leer o contestar en fuera de su horario. Sin embargo, parece que a nadie se le ha ocurrido usar la función de programar envíos de correos. De esta forma, si yo tengo el impulso de enviar un correo a uno de mis colaboradores porque se me ha ocurrido algo o he recordado algo a las 20:00 de la tarde puedo hacerlo, pero en lugar de enviarlo automáticamente puedo programar su envío para las 8:30 de la mañana del día siguiente. Esta simple opción terminaría como muchas de las quejas, reclamos, resentimientos, etc. en el día a día del trabajo.

5.-Estimulación energética: Existen numerosas llaves energéticas a nuestra disposición, estímulos ambientales que nos predisponen y nos facilitan la entrada en estados energéticos positivos (apertura, calma, serenidad, alegría…) que favorecen el cambio. La música, la luz natural, la naturaleza, el silencio, determinados olores, determinadas imágenes o colores, la brisa, el aire, lugares. Cada uno de ellos puede ayudarnos a entrar en el estado que más favorece la adopción de la conducta a realizar o la tarea a desarrollar. Rodearnos de ellos, introducirlos en nuestro contexto, identificarlos en otros y acudir a ellos,  nos ayuda a prepararnos adecuadamente para el cambio.

6.- Asociaciones emocionales: muchas veces nos colocamos en situaciones/contextos que asociamos a consecuencias positivas, sin haber experimentado realmente lo que nos producen y decidir sobre ellos en base a la realidad. Por ejemplo, una persona asocia el tener un puesto directivo en una multinacional a una mayor felicidad porque ganará más y con ello podrá tener más cosas y hacer más cosas, tendrá más oportunidades de desarrollo de carrera, de experiencias profesionales, estará más reconocido y, en base a todo ello, toma la decisión de acceder al puesto,  lo logra y se mantiene en él por 20 años sin realmente experimentar felicidad, porque sigue asociando el puesto a la misma sin realmente pararse a ver lo que está sintiendo realmente en el día a día. Esta asociación mental, que atribuye unas emociones a una situación, me impide cambiar de trabajo a pesar de llevar ya mucho tiempo en él sin realmente experimentar felicidad. Puede ocurrir a la inversa, que no valoro una opción o rechazo una oportunidad porque asocio a la misma unas consecuencias, sensaciones, efectos negativos, que no son reales sino que están en mi mente. En estos casos es importante experimentar en el contexto real de forma consciente para contrastar esas asociaciones con la realidad.

7.-Guardianes del compromiso: Esta es una de las estrategias que siempre he usado en mi vida, que trabajo mucho en las formaciones con los participantes y que he utilizado con clientes de procesos de coaching. El compromiso mientras está en nuestro interior, nuestra mente es en cierta forma implícito. Si lo exteriorizamos, por ejemplo escribiéndolo y, además, lo colocamos en un lugar visible para verlo todos los días o establecemos algún sistema de recordatorio visual o auditivo, el compromiso se refuerza doblemente. Si, adicionalmente, lo verbalizamos compartiéndolo con otra persona, añadimos otra capa extra de refuerzo, que puede ser más consistente según como sea la relación con esa persona, especialmente, si es alguien cuya opinión nos importa y valoramos mucho. Si queremos ir aún más allá podemos establecer con esa persona el acuerdo de que nos recuerde nuestro compromiso en un momento dado o en determinados intervalos de tiempo. Todas estas estrategias ayudan a ser más conscientes de nuestros compromisos y tenerlos más presentes, pero también los fijan en el inconsciente y hacemos que trabaje a nuestra favor sin esfuerzo. Asimismo, a las personas nos gusta ser consecuentes con nuestras promesas públicas, cumplir con ellas nos produce orgullo y genera confianza en nosotros mismos y en los demás.

8.- El abogado/a del diablo: si realmente estas comprometido con el cambio búscate un buen abogado/a del diablo, que te confronte, que te cuestione, que te haga ver con objetividad, que te recuerde tus compromisos, que te haga consciente de tus acciones y resultados, que te impida caer en la complacencia, en la justificación y excusas del no cambio: la culpa es de los otros, del entorno, la situación, la circunstancias (el contexto). En definitiva que revele todos tus puntos ciegos. En cualquier contexto podrás encontrar un buen abogado/a del diablo, muchas veces creo que parte del trabajo de un coach y un mentor consiste precisamente en ello.

Otra habilidad fundamental para la contextología es la creatividad, sobre todo a la hora de examinar las circunstancias del lugar y el momento y encontrar la manera de rediseñar, reinterpretar, reconceptualizar la situación para hacerla más atractiva y favorable para el cambio.

En su libro «Un pequeño empujón» Richard Thaler y Cass Sunstein señalan que el cambio en el comportamiento no solo requiere un cambio cognitivo, un cambio en la forma de ver o pensar o en el establecimiento de un compromiso, sino que pequeñas modificaciones en el contexto en el que se debe producir el cambio suponen a veces el empujón clave que éste necesita. Si quieres comportarte o que otros se comporten en una determinada forma, pónselo fácil y si quieres no hacer algo póntelo difícil.

Si necesitas ese pequeño empujón para el cambio en la Escuela de Mentoring te podemos ayudar a través de nuestra red internacional de mentores y mentoras profesionales acreditados que te pueden acompañar.

 

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora del libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional»

“Cuando creemos que conocemos todas las respuestas, llega la vida y nos cambia las preguntas”

Con la velocidad a la que va el mundo, los cambios que se suceden, el exceso de información, y la hiperestimulación a la que estamos sometidos, es fácil perder el foco, y después el norte, y de ahí el sentido, y a veces hasta la existencia. Nuestro equilibrio vital está en peligro constante y,  probablemente, aunque todavía no lo hayamos sentido o no nos hayamos dado cuenta, sea nuestro bien más preciado en la vida.

Sin el equilibrio no podemos lograr la equanimidad, esa «rara avis» tan huidiza, misteriosa, insólita, inalcalzable, que nos abre las puertas a la impecabilidad personal, la sabiduría, la claridad mental, y la plenitud. Lo contrario nos conduce a, lo que Jaume Soler y Mercé Conangla ha denominado la epidemia del siglo XXI «El cansancio moral», un vacío existencial y una pérdida de sentido, que bloquea y anula nuestras más preciadas capacidades humanas.

La ecuanimidad es una energía serena, una armonía inquieta, un equilibrio fluctuante, y una sabiduría preguntona. La ecuanimidad es un estado que se experimenta dentro y que trasciende fuera, un estado de estabilidad emocional y mental que no se ve perturbado por los acontecimientos externos, y que nos permite mantener el ánimo ante la adversidad, o no perder la perspectiva ante el éxito. Es nuestra guía para responder de forma proporcionada y adecuada a cada situación, y para elegir y emplear unos medios justos para lograr nuestros fines. Es el faro que nos hace mantener nuestra mente firme y clara cuando azotan las tormentas emocionales, que no deja que nuestro barco sea arrastrado por los cantos de sirenas, ni por afiladas rocas que quieren socavar nuestra confianza, nuestra seguridad, y nuestra estima.

Lograr la equanimidad y la sabiduría para conducirnos en la vida exige mantener a menudo tres conversaciones, llenas de preguntas, de silencios y de respuestas. Conversaciones en las que nos preguntamos, y no nos presionamos para obtener la respuesta, dejamos que cada pregunta viaje por los rincones de nuestra mente hasta que encuentre su sitio. Le dejamos espacio practicando el silencio, la meditación, la relajación y la desconexión, y agradecemos con júbilo que de repente, sin avisar aparezca ante nuestro ojos con una claridad aplastante.

1. Conversaciones con la vida.  ¿Alguna vez te has parado a conversar con la vida? ¿Con tu existencia? 

Preguntas acerca de ¿quién soy verdaderamente? ¿quién se esconde detrás de la mascará? ¿estoy siendo lo que quiero en este momento? ¿me gusta mi vida?  ¿hacia donde camino? ¿tiene sentido lo que hago?  ¿Dónde están mis límites? ¿me siento vivo?

Si no me hago estas preguntas con cierta frecuencia, es probable que la vida me las haga sin avisar. Es probable que un día me levante y la vida me de un zarpazo, o un golpe para despertar, y entonces vendrá preguntas irrelevantes como ¿y por que a mi?  no entiendo lo que me ha pasado ¿por qué si estaba todo tan bien? ¿que hago yo aquí? ¿cómo he llegado a esta situación?

Si no te haces buenas preguntas la calidad de tu vida será baja, irrelevante, e insignificante, y lo peor de todo, es que seguramente hará ya mucho tiempo que no es ya tu vida. Fernando Savater en su libro «Las Preguntas de la Vida» nos da pistas de por donde empezar a preguntar, y que preguntas hacernos cada cierto tiempo para conversar con la vida.

Te invito a que hoy mismo, antes de irte a dormir, te tomes un tiempo para ti, te relajes respirando con profundidad, te aísles del ruido, y en la quietud y soledad del silencio escribas en un papel al menos 5 preguntas que le quieres formular a tu vida. Preguntas profundas, trascendentes, que antes no te hayas hecho, o que hace mucho tiempo dejástes de hacerte. Déjalas que habiten tu mente, que viajen por ella y que se instalen en lugares recónditos de tu inconsciente para encontrar las respuestas. Cuando despiertes vuelve a leerlas y anota tus respuestas, a lo mejor no llegan en ese momento, tu sigue preguntándotelas a lo largo de la semana y deja que te sorprendan.

Hace unos días he estado varios días en La Coruña, un lugar al que todos los años suelo ir a conversar con la vida, porque hace ya más de 6 años allí me hice y obtuve la respuesta a una de esas grandes preguntas de la vida, y sigue siendo mi talisman para los momentos en que necesito conversar de forma serena y profunda con mi vida.

«La vida nos hace preguntas» Steven Hayes

2. Conversaciones con nosotros mismos. La relación mas bonita y duradera que vas a tener es contigo mismo, así que cuídala, invierte tiempo en ella, reserva momentos para la conversación contigo, prepara tus citas con mimo, vete a tu encuentro.

Dale un lugar a la empatía y la comprensión en las conversaciones que tengas contigo, dales su tiempo, su espacio, mirate con aprecio.

Reserva un momento al día para conversar contigo y preguntarte ¿Cómo estas? ¿Qu´ sientes? ¿Qué ha pasado hoy, cómo me ha influido, qué significado tiene para mi? ¿He sido la persona que quiero? ¿Me he acercado o me he alejado de mis metas? ¿He vivido hoy de acuerdo a mis valores?  ¿Qué me dice mi cuerpo? ¿Cómo estoy de satisfecho?

Y no converses desde el reproche, la culpa, el miedo, el resentimiento, ábrete a la posibilidad, la esperanza, el descubrimiento, el aprendizaje, el aprecio. Conversa para emprender de nuevo al día siguiente, de una forma más ecológica, más serena, más apreciativa, más sabia, más equanime, y más alineada con tus metas y valores.

«Cada día es una nueva oportunidad para volver a empezar a ser quienes queremos ser. «

3. Conversaciones con los demás. Probablemente la vida sea el resultado de las conversaciones que tenemos y de las que no tenemos.

Con cada conversación estamos generando conexiones humanas y cerebrales, cuanto más interesantes, diversas y estimulantes sean nuestras conversaciones más variadas, activas, y significativas serán nuestras estructuras cerebrales, nuestras relaciones y nuestra vida.

Para tener conversaciones de calidad con los demás, conversaciones elevadas, profundas, con sentido, inteligentes, es necesario tener buenas conversaciones con la vida y con uno mismo. Una de mis frases favoritas es que «nadie puede dar lo que no tiene», si no tienes buenas conversaciones contigo, una buena relación contigo, difícilmente podrás tener buenas conversaciones con los demás. Comienza por cultivarte a ti mismo para poder cultivar buenas relaciones, buenos encuentros y buenas conversaciones.

Hace mucho tiempo que he decidido no tener conversaciones superfluas, superficiales, intrascendentes, negativas, victimistas, cotillas…. En definitiva, que no quiero en mi vida conversaciones improductivas y vacías. Y esto significa cambiar tanto la forma en que planteo mis conversaciones con los demás, como elegir el tipo de personas con las que mantengo conversaciones. No me quiero ir, ni quiero que nadie se vaya igual que llego tras una conversación juntos. Si como dice Humberto Maturana, la calidad de nuestra vida depende de la calidad de las conversaciones que tenemos, nos estamos jugando demasiado en cada conversación como para perder nuestro tiempo y nuestra vida en las que no merecen la pena y no aportan nada.

Te propongo un ejercicio de ecología relacional y emocional, haz un mapa mental con las personas con las que a menudo mantienes conversaciones, clasificándolas según entornos en los que interactuas, y describiendo el tipo de conversaciones que tienes con ellas, que te aportan, que les aportas, como de alineadas están con tus valores y metas. Fíjate especialmente en aquellas conversaciones que son repetitivas y recurrentes sin añadir nada nuevo, en las conversaciones negativas, en las que te generan malestar, en las que están desequilibradas, en las que no te resuenan, en las que no te aportan, y a partir de aquí, decide con cuales te quedas y con cuales no.

Conversar nos conecta, y nos eleva, por esta razón me dedico al mentoring porque me permite mantener en mi día a día estos tres tipos de conversaciones, y crecer y ayudar a crecer a otros mientras lo hago.

«La verdad caduca, si te dejas de hacer preguntas, tendrás una vida con fecha de caducidad»

Si quieres empezar a hacerte las preguntas adecuadas para vivir una vida plena la Escuela de Mentoring pone a tu disposición una red internacional de mentores y mentoras profesionales acreditados que te pueden acompañar.

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora del libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional»

A lo largo de estos años he tenido la oportunidad de participar en diferentes proyectos de mejora y cambio organizacional, con diferentes objetivos como producir un cambio cultural, alinear a las personas con el objetivo organizacional, diseñar estrategias a futuro, mejorar la comunicación, mejorar el liderazgo, desarrollar el talento, generar un modelo de aprendizaje organizacional, entre otros. Esto nos ha permitido desarrollar un modelo propio de intervención para acompañar el cambio organizacional, que hoy quiero compartir a través de este artículo.

Para mi, cualquier intervención en una organización debe comenzar siempre por trabajar con su gente a un nivel cercano y personal: creencias, emociones, valores, motivaciones, ideas, pensamientos. Este trabajo facilitará identificar motores que pueden impulsar el cambio y fuerzas de resistencias que lo pueden bloquear o ralentizar. Conversar con las personas en este nivel permitirá luego desplegar los comportamientos individuales que simbolizan el patrón de cambio que la organización quiere conseguir. Cuando los comportamientos se alinean en un mismo sentido crean un nuevo modo de hacer, una nueva cultura en la empresa, que no deja de ser el resultado del cambio deseado.

Mantener conversaciones abiertas, exploratorias, e inteligentes con las personas, como paso previo a cualquier intervención, me ha permitido acompañar a estás y a la organización en una viaje de experiencias de aprendizaje fluido, ágil y efectivo. Además, este modelo de gestión del cambio hace sentir, a cada uno de los miembros de la organización, que son parte activa de ese cambio, que les pertenece, lo cual favorece el compromiso, la proactividad, y diluye las resistencias.

Mi experiencia en este tipo de acompañamiento de cambio organizacional me han permitido identificar 7 brechas que es imprescindible cerrar para que cualquier proceso de intervención y cambio se pueda llevar a cabo con éxito, se consolide y se sostenible en el tiempo.

1.- Brecha de claridad – El primer paso es explicar con transparencia y claridad a todas las personas de la empresa qué es lo que se va a llevar a cabo, en qué consiste exactamente, cual es el objetivo, que se pretende conseguir, para qué se hace, cual es el sentido y significado, cómo contribuye a lograr la visión de la empresa, como va a afectar a los trabajadores en su día a día laboral, cuánto tiempo, dedicación, y cambios  implica, etc. La comunicación debe realizarse a nivel general pero también a nivel individual.

Esta fase la trabajamos con una cumbre organizacional apreciativa, en la que participan diferentes personas que representas los distintos departamentos, niveles, culturas, perfiles, e intereses de la organización. La idea es generar visón, motivación, claridad, alineación, innovación. Que todos sientan que son parte activa del cambio.

2.- Brecha de compromiso – El segundo paso es asegurarse el compromiso de las personas con la nueva idea, la intervención o la propuesta de cambio, Y que sea un compromiso voluntario, nacido de una idea clara de en qué consiste, de sus beneficios y de su encaje en la visión, misión y valores que la empresa tiene, y aquellos que tienen sus empleado. Para ello es importante indagar a título individual que es lo que cada persona espera de este cambio, que le motiva, que dificultades le ve, que necesitaría para afrontarlo con éxito.

Este tipo de conversaciones sirven para identificar quienes pueden jugar el papel de catalizadores, impulsores y embajadores del cambio, y quienes pueden ser los frenadores del mismo. El resultado a veces es la marcha de algunas personas que no se sienten identificadas con los valores de la organización o el cambio que ésta quiere operar. Esto que pudiera verse como algo negativo es un hito transcendental, no solo para beneficio de la empresa, sino también para el de la persona que se va, dado que puede explorar nuevas vías de conectar su propósito vital con su trabajo. Trabajamos un modelo de conversación inteligente y transformadora que favorece el compromiso, la motivación, el engagement, y la identificación de límites y posibilidades en el proceso de cambio.

3.-Brecha de traducción – El cambio no solo hay que comunicarlo, hay que traducirlo, o lo que es lo mismo, ayudar a cada persona a trasladarlo a su esfera de trabajo, a acciones concretas, resultados concretos, expectativas, roles, etc. La comunicación inicial (del punto 1) es de tipo más general, visionaria, y si no se traduce en el día a día de los que tienen que ejecutar el cambio se producen malos entendidos, interpretaciones erróneas, desorientación. Cada persona de la organización debe conocer de forma detallada, exacta, concreta y específica como esa idea de cambio debe plasmarse en su trabajo diario, en sus funciones, tareas y responsabilidades. Asimismo, debe no sólo saber sino también sentir, cual es su aportación y contribución exacta en el logro de este cambio. La falta de esta sensación y conocimiento, es según Patrick Lencioni, una de las 3 causas del abandono físico y/o emocional del trabajo y de la organización.

4.-Brecha de capacitación – Si la organización quiere conseguir lograr un cambio, para ello necesitará que las personas que la integran lleven a cabo una serie de acciones, actividades y comportamientos nuevos. Por tanto, lo primero es saber qué necesitan esas personas para desplegarlos y apoyarles para conseguirlo. Entre dichas necesidades podrán estar formacióncoachingmentoring, entrenamiento personal, workshops, y otros múltiples recursos. La organización debe impulsar y facilitar el diseño y ejecución de planes de aprendizaje individuales y grupales para obtener la capacitación necesaria que requiere el cambio deseado.

A través de talleres grupales que trabajan la learnability preparamos a las personas para aprende a aprender. Lo completamos con el acompañamiento en el diseño y desarrollo de planes de aprendizaje individuales, dando soporte con coaching y mentoring, según cada caso. Además, a lo largo del programa de trabajo con la organización, vamos identificando brechas de capacitación comunes, y diseñando y desarrollando formaciones grupales específicas para superarlas.

5.- Brecha de alineación – Cuando una organización está inmersa en un proceso de cambio surgen tensiones, conflictos, desajustes, roces, diferentes interpretaciones. También se revelan diferentes velocidades y ritmos, expectativas, modelos, prácticas. Si esto no se gestiona adecuadamente acaba produciendo la convivencia inconsciente de distintos modelos y vías de lograr el cambio, lo que al final se traduce en reinos de taifas enfrentados que impiden avanzar y lograr el objetivo.

Para evitarlo trabajamos con un modelo de antropología organizacional en el que acompañamos a la organización a través de la observación participante y la mediación sistémica. Conversamos, mediamos, alineamos, a través de workshops, intercambios de experiencias, reuniones de coaching de equipos u organizacionales, grupos de supervisión, y otros modelos cuyo objetivo es la puesta en común, la creación de sinergias, la co-creación, y la alineación organizacional.

Alineación Organizacional

6.- Brecha de responsabilidad – Todos los participantes en el proceso de cambio deben tener claro cuáles son los objetivos a lograr, los comportamientos necesarios para ello, y los que no serán tolerados, así como las consecuencias que estos últimos tienen en el logro del objetivo común, en el trabajo de otros compañeros, y en el clima organizacional. Los incumplimiento deben tener consecuencias claras y transparentes y asumir todos la exigencia mutua de cumplimiento y consecuencia por el incumplimiento. Una organización que no garantiza y vela porque los compromisos se cumplan es una organización disfuncional.

Para ello trabajamos la alianza para el cambio y facilitamos a través de diálogos exploratorios y constructivos que todos se conviertan en guardianes mutuos del compromiso de cambio y garantes del mismo. De esta forma logramos también que la organización se convierta en una comunidad de aprendizaje, trabajo y convivencia, desarrollando comportamientos de ciudadanía organizativa.

7.- Brecha de incertidumbre – Desconocer el lado emocional del cambio, la inseguridad e incertidumbre que genera, las sensaciones de falta de competencia que surgen, los miedos, bloqueos, cómo afecta a la autoestima de las personas, a su equilibrio vital, a su energía y motivación es un error bastante habitual en las organizaciones. La prisa por generará un cambio rápido, lleva a descuidar estos aspectos, y a no entender que el cambio es un proceso, tanto a nivel individual como colectivo, y que no atender a cada una de las emociones y necesidades que surgen en el mismo, acaba derivando en organizaciones estresadas y desequilibradas.

La gestión emocional del cambio

Nuestro modelo de cambio organizacional se basa en la antropología organizacional, acompañamos a la tribu del cambio durante todo el ritual de paso que se da en dicho proceso. Convivimos, conversamos, guiamos, intervenimos, en los momentos, lugares y con las personas que lo necesitan para lograr que el cambio fluya de una forma natural y óptima.

Si tu organización está inmersa en un proceso de cambio, si lo has intentado muchas veces y los cambios no acaban de cuajar, si estás a las puertas de iniciar un cambio organizacional, te invitamos a que conozcas y pruebes nuestro modelo. Convertimos la gestión del cambio en una experiencia de aprendizaje para lograr Organizaciones Inteligentes y Saludables.

 

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional». Ediciones Pirámide 2019.

Quiero que te imagines un lugar de tu ciudad que no visitas mucho, alejado de tu atención diaria y habitual, un lugar que quizás esté algo abandonado, poco cuidado, desatendido desde hace varios años. Un día, de repente tu ciudad se ve asolada por un terremoto, de los de intensidad media-alta. Un terremoto que ocasiona una pequeña grieta en ese lugar poco visitado, que pocos ven porque pocos depositan su mirada y su tiempo en él.

La vida en tu ciudad continua después del terremoto como si nada hubiera pasado, y nadie se ocupa de esa pequeña grieta. Se suceden fuertes lluvias, seguidas de subidas bruscas de temperatura, la contaminación se dispara, y la ciudad sufre los efectos habituales del cambio climático, a los que ya estamos tan acostumbrados, que ni cambios nos parecen. Al cabo de unos años vuelve a producirse un nuevo terremoto en tu ciudad, esta vez de más intensidad que el anterior. Afecta a nuestras casas, nuestros seres queridos, nuestras empresas. Nos vemos obligados a interrumpir nuestra vida habitual, a introducir cambios repentinos en nuestras rutinas. Y, entre todo este ajetreo, aquella pequeña grieta surgida hace años para la que nadie miraba y que se fue haciendo más grande, por la continua erosión de cambios bruscos y constantes, se ha convertido en una falla geológica, que ha ocasionado una fractura de tal magnitud, que ha escindido en 2, 3 y hasta 5 fragmentos nuestra ciudad, y generado nuevas grietas.

Esta historia es nuestra historia, la de cada uno de nosotros: el 1º terremoto es la crisis económica del 2008; la grieta nuestra salud emocional; el cambio climático que ha erosionado más la grieta el estrés diario y la espiral de emociones negativas que genera y que erosionan día a día nuestra salud emocional; el 2º terremoto el coronavirus; y la falla geológica, que ha escindido nuestra ciudad en varios fragmentos, es la quiebra de nuestra salud emocional reflejada en un aumento acelerado de las bajas laborales por depresión, el crecimiento de las enfermedades auto-inmunes, los infartos, los problemas de sueño, la ansiedad, etc., etc., etc. Y aquella parte de la ciudad olvidada, a la que no visitabamos ni prestabamos atención, nuestras emociones.

Nos hemos vuelto frágiles porque a pesar de la proliferación de libros, seminarios, metodologías, cursos sobre inteligencia emocional, las emociones siguen siendo un punto ciego en la gestión empresarial, nuestra capacidad de aprendizaje emocional es muy precaria, o nos estamos equivocando sobre como se aprende a gestionar las emociones de forma inteligente. Somos frágiles porque estamos cada día a un paso de rompernos o quebrarnos ante la presencia de uno de los muchos factores externos que actúan de agente estresante y nos desestabilizan: golpes emocionales, caos, incertidumbre, desorden, cambios inesperados y continuos, falta de control, presión del tiempo, demandas que exceden de nuestros recursos para afrontarlas.

No podemos eliminar los factores externos que nos causan estrés, están fuera de nuestro control, así que la única alternativa es volvernos antifrágiles, es decir, fortalecer nuestra capacidad de crecer en la adversidad. Si no, esta crisis, además de poner de manifiesto y acrecentar la brecha digital, estará generando una brecha emocional con graves consecuencias para nuestra salud: personas con incapacidad de seguir adelante, o haciéndolo en condiciones de máxima fragilidad. Y a la vuelta nos espera un nuevo agente estresante: el regreso a la cotidianidad, un nuevo terremoto emocional. Cuando volvamos no vamos a ser los mismos, ni la vida va a ser la misma, lo que nos producirá mayor inseguridad, incertidumbre, miedo, ansiedad, tristeza, rabia, etc.

¿Cómo podemos reducir y cerrar esa brecha emocional para ser antifrágiles? Desde luego no será repitiendo errores del pasado: más producción, más venta con menos costes, más actividad, acuerdos de intervenciones precipitados en los que hay vencedores y vencidos y dejan conflictos latentes.

Creo que ha llegado el momento de mirar hacia otro lado, hacia la parte olvidada del día a día organizacional: las personas y su emocionalidad. Propongo apostar por un compromiso de ejercer la responsabilidad emocional corporativa, atender, acompañar y cuidar la salud emocional de sus organizaciones. Necesitamos contar con personas inspiradas, motivadas, comprometidas, resilientes y con capacidad de crecer y fortalecerse en la adversidad para salir de esta crisis y seguir evolucionando como personas y como sociedad, y lograr esto no solo va de dinero, productividad, costes, tecnología, conocimiento. Va de cambiar la forma en la que concebimos las organizaciones y como las gestionamos.

Te invito a comenzar a ver tu organización como una tribu: un grupo de personas que se unen en torno a un propósito común, que conviven día a día para hacer realidad ese propósito y que comparten un sentido de identidad y pertenencia que despierta sentimientos de orgullo. ¿Cómo ejerce la responsabilidad emocional una tribu para volverse antifrágil? Las tribus se reunían alrededor del fuego para conversar juntos, aprender juntos y establecer pautas de convivencia efectivas. Hoy el fuego puede ser una sala de reuniones, zoom, skype, etc., lo importante no es el medio es el fin: conversar, compartir, aprender, crear, evolucionar juntos.

Comenzar a gestionar la vida organizacional a través de conversaciones.Esta es mi propuesta, y el rol que juego en ella es el de una antropóloga organizacional y una thinking partner o socio pensante, que se convierte en facilitador del pensamiento, aliado creativo, amplificador de opciones, catalizador del cambio, guía de aprendizaje, mediador relacional… Mi misión es ayudar a las organizaciones a centrarse en un proceso de transformación que es en si una experiencia de aprendizaje organizacional:

1º.-Conversar para comprender que está pasando, como se siente la gente, que les preocupa, qué necesitan, que quieren lograr. Conversar preguntando abiertamente y escuchando empáticamente para identificar donde estás las brechas emocionales (miedo, falta de confianza, falta de esperanza, falta de inspiración, apatía, tristeza…), cual es el nivel de resonancia del liderazgo, quienes son los sensores emocionales de la organización, quienes los catalizadores del cambio. Conversar para comprender cual es el tránsito mental, emocional y conductual que necesita realizar la organización para lograr sus metas.

2º.-Concebir a todas las personas de la organización como agentes de cambio, hacerles consciente de este poder y de su aportación al logro común, apoyarles y darles recursos para que sean parte del cambio y se comprometan activamente con el cambio.Esto significa huir de implementar procesos de cambio basados en recetas externas estandarizadas y co-crear con las partes implicadas un modelo único que nace del sentir de la organización.

3º.-Diseñar Rituales organizacionales: rituales para realizar el tránsito emocional necesario para estar en condiciones de lograr el objetivo, rituales para anclar estados de ánimo y aprendizajes que nos hacen exitosos, rituales para aprender de forma optima, rituales para crear sentido de identidad y pertenencia, rituales para alinearnos en torno a una visión común.

4º.-Capacitar roles específicos para que sean verdaderos aliados del cambio: trabajando la resonancia en el liderazgo, los sensores emocionales, los catalizadores del cambio, los guías del aprendizaje, los modelos de gestión emocional.

5º.- Experimentar y aprender juntos experimentando. Puesta en práctica de los rituales, aprender de la experiencia no de la teoría. Activar la capacidad creativa a través de la reflexión sobre la experiencia, ajustar, remodelar, volver a probar, consolidar.

¿Por qué hablo de rituales? Porque las emociones y los cambios no se trabajan con un libro de recetas mágicas, de fórmulas magistrales y métodos de alto impacto diseñados en un laboratorio, en un despacho y estandarizados para encajar en cualquier persona y organización. La gestión emocional se aprende a través de su expresión verbal y su experimentación práctica dentro del contexto en el que interactuamos, escuchando las necesidades de las personas que interactúan en él, co-creando experiencias con sus protagonistas y acompañándolos para guiarlos en su proceso de aprendizaje aprovechando las oportunidades del contexto, convirtiendo a este en un aliado. La gestión emocional es un aprendizaje de ajuste diario a través del cual logramos ser competentes en la autorregulación de nuestros estados de ánimo, que influyen en nuestro pensamiento y en nuestro comportamiento. Aprendemos a identificar en qué estado emocional estamos, que estado emocional requiere la situación o reto al que tenemos que dar respuesta y como crear el estado emocional optimo para acometerlo. Todo esto tiene mucho que ver con el aprendizaje, consolidación e implementación de rituales.

Los rituales aportan seguridad, sentimiento de grupo, despiertan la creatividad a través del compartir y experimentar. Un ritual es un rito de paso, una estrategia para dejar atrás algo, incorporar algo nuevo e integrarlo para crear algo más fuerte. Un ritual integra en su diseño el pasado, el futuro y el presente, por eso genera bienestar y sostenibilidad. No rompe con el pasado, no se centra solo en el presente o no vive en el futuro alejado de la historia común y el sentir actual. El bienestar subjetivo y, por tanto, el organizacional, dependen de experimentar emocionalidad positiva con respecto a estos tres espacios temporales:

-experimentar satisfacción con el pasado, lo cual depende de nuestros logros, y cuando no los hay el aprendizaje se convierte en un logro. Esta satisfacción nos aporta sensación de logro y progreso.

-experimentar esperanza y optimismo frente al futuro, para lo que hace falta trabajar la visión, la creatividad, el reencuadre mental para ver posibilidades de realización, establecer metas. Todo ello contribuye a nuestra sensación de propósito

-experimentar bienestar con el presente, poniendo en acción nuestros aprendizajes y propósitos, hacerlos realidad, experimentar, intervenir en la realidad, ser parte del cambio, lo que nos aporta sensación de competencia, energía y bienestar.

Si todo esto lo hacemos juntos, compartiendo, conversando, cuidándonos lograremos también una sensación de pertenencia.

La responsabilidad emocional corporativa para lograr organizaciones antifrágiles no tiene que ver con con métodos sofisticados, cambios disruptivos y ágiles y cuantificación de resultados. La emocionalidad no entiende de metodologías complejas, modelos paquetizados, y soluciones con jergas incomprensibles. Tiene que ver con la esencialidad, la sencillez y la humanidad, con conversar para crear. La emocionalidad necesita tiempo y espacio, necesita de reflexión, no se entiende bien con los cambios disruptivos, las metodologías ágiles, las intervenciones cortas y rápidas. No es cuestión de adrenalina y dopamina.  No tiene que ver con el hacer desenfrenado, con esa necesidad de hacer lo que sea para justificar que estamos haciendo algo y acallar la conciencia de la responsabilidad, sino con el acompañamiento para reflexionar sobre la experiencia. Tiene que ver con experimentar para aprender y fortalecernos. La responsabilidad emocional corporativa no se cuantifica, no tiene que ver con métricas, números, impacto financiero. Tiene que ver con sentimientos y sensaciones ¿Se puede medir el valor económico de una sonrisa, de una mirada complice, de una mano que nos arropa? La responsabilidad emocional se siente no se mide, tiene que ver con sentir para resonar.

Si quieres que tu organización se vuelva antifrágil no compres recetas crea rituales, desde la Escuela de Mentoring te podemos acompañar en su co-creación, experimentación y consolidación. Te ayudamos a construir y cruzar el puente que te llevará desde lo mejor que ya es hasta lo mejor que puede ser.

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional». Ediciones Pirámide 2019.

Es probable que por todo lo que estamos viviendo estes pasando momentos en los que mil preocupaciones se agolpan en tu cabeza, que se te ocurran mil cosas pero dudes cual elegir y cuales no, o que te sientas bloqueado y paralizado sin saber que hacer. No es época para complicarnos más la existencia, tenemos que simplificar y reservar energías porque todavía nos queda muchos retos a los que enfrentarnos.

Pensando en todo ello me viene a la mente un esquema muy sencillo que desde siempre ha guiado mi vida, especialmente, en momentos complicados o más caóticos. Porque es en los que suelo parar y estar especialmente atenta a las 5 preguntas básicas:

1.- ¿Qué necesito en este momento? Adquiere consciencia de ello a través de lo que te dicen tu cuerpo y tus emociones, son los dos grades emisarios de necesidades. Aquí procura distinguir si son necesidades de placer (más puntuales, perentorias y sin proyección a futuro) o de propósito (más profundas, permanentes y con proyección a futuro).

2.-¿Que se y podría hacer? Trabaja tu autoconocimiento para recordar o descubrir capacidades, fortalezas, habilidades. Si estas oxidado te invito a utilizar la herramienta de la entrevista apreciativa a través de una experiencia cumbre.

3.-¿Qué me permiten hacer las circunstancias? Dirige tu mirada al entorno, observa, pregunta, escucha, agudiza tu capacidad perceptiva, profundiza en la interpretación de todas las señales, estímulos, información, indicadores que se están moviendo a tu alrededor,  analiza, reflexiona. Estamos ante un cambio de circunstancias sin parangón en la historia, las nuevas circunstancias nos limitan posibilidades pero también nos aportan otras muchas, ten en cuenta ambas perspectivas.

4.-¿Que es lo mejor que, en base a todo ello, puedo hacer en este momento? Usa toda la información extraída de las respuestas anteriores para hacer el mejor matching posible entre necesidades, capacidades y posibilidades.

5.-¿Qué voy a hacer, cuando y que espero lograr? Decide y actúa porque sino tus necesidades quedarán insatisfechas, y eso genera malestar emocional, tus capacidades se oxidarán, perderás oportunidades y todo ello estará frustrando tus metas y tu futuro. Un paso, una acción, la primera, la necesaria para poner en marcha la maquinaria, no te compliques, no quieras abarcar mucho, ni pensar en plazos alejados.

Esto es lo que yo llamo Inteligencia de Guerrilla, actuaciones simples para resultados inmediatos y tangibles, sin complicaciones, sin grandes hazañas. Realmente es un esquema de pensamiento básico que debería de regir nuestra vida y cada toma de decisiones, lo que ocurre es que resulta difícil parar y sentir que es lo que realmente necesito en estos momentos y, más aún, elegir entre todas las necesidades pues suelen ser varias e incompatibles: ¿cual es la más importante ahora?  ¿cual es prioritaria?. Responder a estas preguntas requieres consciencia y decisión, porque habrá que elegir por satisfacer una necesidad en detrimento de otras. Creo que este paro obligatorio en la cotidianidad de nuestras vidas puede ser una buena ocasión para comenzar a practicar este esquema. Puedes plantearte hacerlo todos los días e incluso un par de veces al día, y si lo haces por escrito ejercitarás aún más la consciencia, la claridad mental, la focalización y concentración, y con todo ello pondrás a tu inconsciente a trabajar a tu favor y reforzaras tu voluntad y compromiso.

Otras veces el problema puede venir de no ver opciones, de no ver qué posibilidades tengo en el entorno para satisfacer mis necesidades. Aquí la clave es ampliar la mirada, la perspectiva, estimular la imaginación y la creatividad para ampliar las opciones.

Como dice Guy Claxton, en su libro Inteligencia Corporal, todas las personas son a cada instante un hervidero de necesidades, percepciones y posibilidades, la tarea de la inteligencia consiste en convertir ese totum revolutum en una respuesta adecuada a la pregunta ¿que es lo mejor que puedo hacer ahora? El futuro se construye en el presente. 

Como consecuencia de la respuesta a la pregunta 5 es posible que te halles inmerso en el curso de acción elegido para satisfacer la necesidad identificada como prioritaria en este momento. Pero todos sabemos que la vida es un continuo fluir, un río de incesantes estímulos que despiertan nuevas necesidades y vuelta a empezar con la rueda de preguntas. Por muy firme y clara que haya sido tu decisión aparecerán nuevas oportunidades, nuevas necesidades que te pueden alejar de ella.  Guy Claxton nos recuerda que todo el sistema de decisiones de una persona se reduce a un instante en el que se opta por mantener las prioridades establecidas o explorar nuevas oportunidades que acaban de surgir. La clave está en volver a conectar con nuestras necesidades, que no impulsos, para saber si lo más conveniente a ellas es mantener el curso de acción previamente elegido o abandonarlo para explorar otro mejor. Esto es más relevante aún cuando las necesidades que están satisfaciendo de forma continua son de placer en detrimento de las de propósito. El adecuado equilibro entre unas y otras es fundamental.

Si analizas tu vida desde esta perspectiva verás fácilmente si las elecciones han sido las adecuadas:

-¿inicias e inicias y reinicias, y retomas, y vuelves a iniciar actividades, proyectos, metas y no acabas ninguna? Quizás te has convertido sin saberlo en un cazador compulsivo/a de nuevas oportunidades o un eterno Indiana Jones del placer.

-¿sigues una y otra vez haciendo lo mismo, repitiendo las mismas situaciones, los mismos resultados y no te sientes satisfecho? Quizás estes atrapado en la piel de una avestruz incapaz de sacar la cabeza del agujero.

Para balancear en cada momento hacia el lado adecuado, mantener la prioridad y desechar nuevas oportunidades o bien abandonar la prioridad por nuevas oportunidades, tienes que estar muy conectado a tu propósito vitaltus valores y la necesidad de desarrollar tu potencial. También será importante saber darte los momentos de placer necesarios pero sin que lastren de forma continua los de propósito, salvo que tengas la suerte o habilidad de hacer coincidir propósito y placer, como por ejemplo me ocurre a mí cuando escribo artículos o libros.

Ya lo dijo Maslow la clave de la felicidad y la realización es integrar lo que se es, lo que se quiere ser y lo que se puede ser.  Me encantaría contar con tus experiencias y aportaciones sobre ello, puedes dejarme tus comentarios.

 

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora del libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional». Ediciones Pirámide. 2019

¿Por qué repetimos una y otra vez los mismos comportamientos a pesar de que no nos funcionan? ¿Por qué limitamos nuestro campo de acción a una o dos opciones? ¿Por qué nos cuesta tanto cambiar? ¿Por qué continuamos dando vueltas y vueltas alrededor del mismo lugar?

Todos estos años de trabajo como mentora me han permitido adentrarme en las profundidades del ser humano. Me han servido para entender y comprender muchas de las claves del comportamiento humano y, sobre todo, me han servido para ayudar a que mis cliente comprendan que sus resultados, y lo que les pasa en la vida, tiene mucho que ver con su forma de pensar, con sus procesos cognitivos, y que si cambian éstos podrán cambiar sus comportamientos, y por tanto sus resultados. Esta nueva visión de su existencia, introduce altas dosis de esperanza y posibilidad, les abre un canal de luz por el que es más fácil transitar, y especialmente si van acompañados.

Como escribía hace tiempo en este blogexiste una creencia generalizada sobre el cambio: “la gente no cambia porque no quiere”, pero muchas veces antes de ese NO QUERER hay otros estadios previos que hay que saber trabajar en la forma adecuada: no saber y no poder. Sin embargo, una vez superados estos tres niveles de resistencia, y convencida la persona de que los beneficios del cambio son superiores a su coste, de lo que va a ganar con un nuevo comportamiento, o lo que va a perder si mantiene el actual, todavía queda camino por recorrer para que se produzca la acción deseada.

Entender los procesos cognitivos, que las personas realizan a la hora de elegir las acciones a llevar a cabo para lograr sus objetivos, nos ayudará, como mentores, a diseñar estrategias de intervención para ampliar sus posibilidades de pensamiento y, por tanto, de acción. A mayores posibilidades mayor riqueza de comportamientos, y de resultados.

 

3 ESTRATEGIAS DE INTERVENCION PARA AMPLIAR NUESTRAS OPCIONES DE ACCION

 

suposiciones

1.- Intervenir sobre las suposiciones

La mayor parte de nuestros comportamientos no responde a la realidad de la situación, sino a la interpretación de la situación que realizamos. Y esta interpretación suele estar basada en suposiciones automáticas (inconscientes) que generamos en base a experiencias pasadas con carga emocionalmente alta (por como nos impactaron, por el peso en nuestra vida de las personas implicadas), o experiencias más frecuentes o habituales (lo cual se intensifica si nuestros entornos de actuación son limitados).

Las suposiciones que realizamos acerca de una situación limitan la forma en que respondemos a ella, pues nuestra atención se queda atrapada en la suposición y no es capaz de ver otras alternativas.

Si yo creo que en las empresas grandes hay mucha competitividad entre los empleados, y a mi no me gusta la competitividad porque he tenido experiencias negativas en este sentido, ante ofertas de empleo de empresas grandes mi comportamiento será no presentar mi candidatura. Por tanto, me estoy limitando opciones de acceso al empleo, por actuar en base a una suposición, dado que no se si realmente en la empresa que ha lanzado la oferta, existe o no esa competitividad.

Ahora bien, romper con una suposición no se logra pensando en otra alternativa de acción, sino identificando como hemos llegado a generar esa suposición, que se ha convertido en una creencia limitante. Y adicionalmente, practicando el «pensamiento fuera de la caja» o «pensar de nuevo», saliéndonos de las situaciones que han creado las suposiciones, contemplándolas desde otras perspectivas, y generando nuevas  posibilidades de interpretación de las mismas.

Las personas desarrollamos suposiciones en base a las situaciones que nos encontramos más habitualmente, y esto nos permite actuar con un menor esfuerzo cognitivo, por eso es la forma más frecuente de pensamientos, porque es más fácil, rápida y consume menos energía. El problema es que cuando los resultados no acompañan a esta forma de actuar, la energía se va perdiendo por la frustración de no lograr lo que queremos.

Hacer una pausa para reflexionar sobre las propias suposiciones acerca de la situación puede hacer que otros rumbos de acción pasen a ser más accesibles. Conocer otros entornos también amplia nuestra percepción de la realidad. En el ejemplo anterior, conocer otras empresas grandes en diferentes lugares, de diferentes sectores de actividad, de diferentes tamaños o filosofía, puede ampliarnos la perspectiva y cambiar nuestra suposición inicial.

 

Autoimagen

2.- Intervenir sobre la autoimagen o sentido de identidad

Si yo me considero una persona «no competitiva» y «colaborativa» e interpretó la competitividad como algo negativo y le asocio comportamientos como mostrar mis logros, hablar de mis cualidades, enseñar lo que puedo hacer por la empresa. Nunca llevaré a cabo este tipo de acciones porque las consideraré incongruentes con mi forma de ser, y las rechazaré. De nuevo estoy limitando mis opciones de actuación y por tanto de resultados.

La persona ni siquiera entra a valorar si lo más conveniente para lograr el empleo es hablar de sus logros, sus cualidades, su diferenciación frente a otros. Simplemente no lo hace porque no lo considera consecuente con la idea que tiene de si mismo.

Aquí la solución no pasa por convencer a la persona de que sea competitivo para lograr su objetivo, o que estos comportamientos no son competitivos. El trabajo a realizar para ampliar las opciones consiste en utilizar la Persuasión Social Positiva, uno de los pilares de la autoeficacia, según Albert Bandura. Se trataría, por tanto, de obtener del cliente resultados positivos que haya logrado siendo colaborativo, e identificar comportamientos llevados a cabo para lograrlos. Reforzar su imagen de persona colaborativa y enlazarla con lo que aporta a una empresa, en base a lo que ha manifestado. Preguntarle sobre lo que pierde una empresa que no cuenta con personas colaborativas, y retarle a que plantee formas para que las empresas sepan que ganan y que pierden por contar o no contar con personas colaborativas. De esta forma se puede cambiar la forma de ver el mismo comportamiento. Ahora el cliente puede llegar a considerar que mostrar lo que logra una persona colaborativa, cuales son sus cualidades y que puede aportar a la empresa, es una forma de defender y/o reivindicar el papel de las personas colaborativas en la empresa, lo cual ya está alineado con su autoimagen y sentido de identidad.

 

Presión social

3.- Intervenir sobre la presión social sentida

Si yo considero que mi entorno va a rechazar una acción, que no la va a valorar como quiero, ni siquiera voy a considerar llevarla a cabo. Puedo prometer y prometo, que detrás de muchos escritores frustrados está esta sensación y esta idea. Yo en algunos momentos de mi vida la he experimentado. Para publicar mi primer libro «El Arte de Preguntar en el Mentoring» tuve que pedir, a quien yo consideraba un standard de calidad máxima en materia de psicología, que lo leyera y me diera su opinión. El temor que había detrás era ser juzgada por toda la comunidad del mundo de la psicología por manejar conceptos que no me correspondían por no ser psicóloga. El libro estuvo 1 año en el cajón esperando, hasta que me arme de valor y di este paso. Supongo que si la opinión no hubiera sido buena quizás no lo hubiera publicado, pero si no hubiera dado ese paso tampoco. Sinceramente, no creo que nadie del mundo de la psicología estuviera pendiente de mi libro, pero la mente es muy perversa. La cuestión es que publicar este libro me ha abierto un mundo lleno de posibilidades del que llevo disfrutando más de 3 años. Por esta misma razón, cada vez que en mi camino se cruza una persona a la que le encanta escribir, que lo hace bien, y tiene algo que aportar al mundo, la invito a que lo muestre a través de mi humilde casa.

Para intervenir sobre la presión social y lograr ampliar opciones de comportamiento hay varias estrategias. Comparto aquí algunas de las que yo utilizo en mis procesos de mentoring: Rol playing simulando situaciones en las que se siente esa presión social al desarrollar las conductas que queremos pero no nos atrevemos; experiencias de dominio guiadas en las que acompañamos al cliente en un contexto de actuación en el que puede poner en práctica esos comportamientos que suele esconder; planteamiento de retos en contextos de confianza, seguros, amigables, para que la persona desarrolle los comportamientos y obtenga feedback que refuerce su autoeficacia; impulsar la búsqueda de información de contraste, vamos lo que hice yo en el caso de mi libro (aquí elegir bien al proveedor de la información es fundamental); ayudar a identificar o proveer oportunidades de acción en contextos diferentes a los que son habituales del cliente, en los que no existe la sensación de tanta presión social.

Cuando a lo largo de un proceso de mentoring trabajas todas estas estrategias con el cliente, este aprende a desarrollarlas e implementarlas en su vida. El resultado: aprende a ampliar sus opciones, y con ello sus posibilidades de acción, y sus resultados. Ya está en el camino de explorar toda su grandeza.

Y tu, ¿Quieres seguir encerrado o quieres abrir tu mundo a un mar de posibilidades?

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora del libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional». Ediciones Pirámide. 2019

Las emociones nos acompañan en cada segundo de nuestra vida, a veces nos hacen vibrar de alegría, otras estremecernos de miedo, y otras cuantas nos hacen sentir vergüenza, tristeza, culpa, sorpresa, amor, u orgullo. Aparecen sin avisar, en ocasiones nos visitan sin enterarnos, en otras parecen no marcharse jamas, y a veces las ansiamos y no llegan.

Las emociones simplemente son, no son ni buenas ni malas, pueden resultarnos más agradables o desagradables unas que otras, pero todas ellas nos están informando de que algo está pasando. El mayor indicador de inteligencia emocional es darnos cuenta de que estamos en presencia de una emoción, identificar exactamente cuál es, desentrañar su significado, averiguar de qué nos quiere informar, y luego canalizarla adecuadamente. Si practicamos esto a diario nos convertiremos en una persona emocionalmente resistente, y esto aporta a nuestra vida equilibrio, serenidad, claridad mental, sabiduría y mucha ecuanimidad.

Para desarrollar una personalidad emocionalmente resistente es necesario practicar 7 hábitos de manera constante y continuada.

1.- Dialoga con tus emociones: es importante que en nuestro día a día reservemos un espacio para ir al encuentro con nosotros mismos, para mantener una conversación con nuestro mundo interior. Esto nos ayudará a darnos cuenta que emociones han estado presentes en nuestro día, que nos pasa, y entablar una diálogo sereno con ellas. Cada emoción que sentimos, y nos desagrada, nos da una pista de la necesidad que no estamos satisfaciendo o del valor que estamos transgrediendo en nuestra vida. Si son emociones, de las llamadas positivas, nos informan que estamos viviendo un momento pleno, en el que nuestros valores, nuestras necesidades están siendo satisfechas.

Nuestras emociones desagradables, realmente, son un mecanismo de protección, tienen la intención positiva de protegernos de la pérdida de algo que para nosotros es importante. El problema es que a veces esa protección, cuando no es consciente, se maneja inadecuadamente. Otras queremos reprimirla, hacer como si no existiera, pero ella sigue ahí, y cuanto mas la reprimimos más protesta, y a veces lo hace con dolores en el cuerpo, reacciones desproporcionadas, estrés, y otras enfermedades.

Cuando yo ando molesta, enfadada o cabreada, ya se que es porque siento que se me está faltando al respeto, que se me está intentando coartar la libertad, que se me pretenden imponer cosas de forma directa o manipuladoramente. Eso es lo que yo siento, lo que pasa en la realidad a lo mejor no es exactamente como yo lo interpreto, pero al menos, reconocer que estoy enfadada ya me hace parar y reflexionar sobre lo que está pasando fuera y dentro de mi, y elaborar de una forma más consciente y ecuánime un significado que me permita responder de forma adecuada.

Si practicas este diálogo habitualmente descubrirás que todos tenemos patrones emocionales, cuyo origen está en nuestro temperamento, esa parte de la personalidad que es congénita. Al final todo ello te ayudará a conocerte mejor y saber en cada momento que está pasando y qué puedes hacer.

2.- Desarrolla tu Inteligencia Corporal: Escucha y observa a tu cuerpo, se consciente de donde hay dolor, frío, calor, sensación de vacío, sensación de bloqueo. Ahí hay una emoción reprimida. Si mis hombros están caídos hacia adelante y mi cuerpo inclinado hacia adelante, puede decirme que estoy soportando una carga demasiado pesada, y eso me está impidiendo avanzar, y no avanzar me frustra, y de ahí se desencadenan diferentes emociones como el enfado, la tristeza, la impotencia, etc.

Párate cada día frente al espejo, obsérvate en él de cuerpo entero, y pregúntate ¿que ves en él? ¿Ves a una persona con confianza en sí misma? ¿Ves a una persona sin fuerzas? ¿Ves a una persona contenta? ¿Ves a una persona contrariada? Este ejercicio te puede dar claves sobre las emociones que están presentes dentro de ti y que tu cuerpo las refleja.

También te puede ayudar hacer focussing utilizando la respiración. De pie, relajando el cuerpo, cerrando los ojos y respirando profunda y relajadamente, identifica esa parte del cuerpo donde sientes algo (lo que sea) y concentra tu atención y tu respiración en ella, es una forma de liberar la emoción que está apresada en tu cuerpo.

3.-Practica el reencuadre positivo: Cada situación que vivimos, por pequeña que sea, provoca una reacción por nuestra parte. Dicha reacción depende del significado que nuestra mente le da a dicha situación. Lo que nos pasa, las situaciones, no lo podemos cambiar, ahora bien, si que podemos cambiar la forma en que lo vivimos, lo interpretamos, el significado que le otorgamos.

Creo que todas las situaciones, incluso las más dolorosas o dramáticas, tienen una parte positiva y una negativa, una ganancia y una pérdida. Es importante ver ambas, y luego focalizarnos en la parte positiva, en la oportunidad o posibilidad que representa en nuestra vida. Apegarse a lo que paso, a lo que no puede ser, a lo que perdimos nos mantiene estancados y llenos de emociones negativas que nos nublan la visión, el juicio, nos matan la esperanza, la ilusión y la posibilidad de seguir creciendo.

Cuando escribí este post estaba muy triste, pues acababa de fallecer una compañera y amiga de la infancia, una persona de mi misma edad con la que compartí intensamente más de 10 años de mi vida, en los que vivimos momentos inolvidables. Compañera del colegio y el instituto durante todos esos años. Una persona con la que, a pesar del devenir de la vida que nos lleva por caminos diferentes, siempre mantuvimos la relación, lo recuerdos, el interés por saber cada una de nuestras vidas en cada nuevo encuentro. Se fue de repente, sin poder asimilarlo. Sin embargo, a pesar de la tristeza por su pérdida, logramos algo muy bonito, encontrarnos muchos de los compañeros del colegio que llevábamos, en algunos casos, más de 20 y 25 años sin vernos; implicarnos todos en encontrarnos unos a otros en lugares muy diferentes de España; crear un grupo para estar en contacto; hacer planes para volver a coincidir juntos. Enfocarnos en esta empresa nos ha ayudado a sobrellevar la pena por la pérdida y a mirar al futuro con ilusión y esperanza.

Podemos dirigir la atención, enfocarnos en lo positivo, en el futuro, en la posibilidad, y con ese simple cambio de enfoque cambian otras muchas cosas, especialmente, la forma en que nos sentimos y encaramos el mañana.

4.- Reescribe el guión: Que hayas tenido varias decepciones en tu vida, o últimamente, no significa que todo el mundo te decepcione, traicione, que no puedas confiar en nadie. Tu puedes decidir como escribes el guión de tu vida, y los guiones se cambian, se reescriben. Puedes decidir que esas personas que te han decepcionado realmente no eran importantes, y que te han enseñado a quienes dar y a quienes no dar tu confianza, con lo que a partir de ahora vas a ser una persona más selectiva con tu confianza.

Lo que has sido o hecho hasta ahora no es tu vida, ni eres tú, es simple y llanamente lo que has hecho hasta ahora, puedes cambiarlo. La forma en que piensas sobre ti, en cómo hablas de ti, en cómo te describes o describes tu vida, tiene más poder que lo que realmente pasa en ella. Comienza a elaborar el guión de tu vida: quien quieres ser, qué quieres hacer, donde quieres estar, con quien. No participar hablando en las reuniones, en los encuentros, no significa ser tímido ni pasivo, ni no participar, significa una forma particular de participar que es la tuya: escuchar más, tomar distancia para no dejarte arrastrar por los debate, observar. Puedes ponerle un nombre a este personaje, a esta forma particular tuya de participar en las conversaciones: «el oyente sereno», por ejemplo. Esa forma de describir y escribir una faceta de tu vida, cambia mucho la manera en que te sientes con respecto a ella.

5.- Hazte preguntas provocadoras: con cada pregunta que te haces creces, aprendes, cambias, creas una nueva realidad. Las buenas preguntas desarrollan nuestra sabiduría, nos ayudan a ampliar perspectivas, a ver más allá, a buscar nuevos significados y construir con ellos nuevas posibilidades para nuestra vida.  Qué diferente es preguntarse ¿Por qué me pasa esto a mi?  a preguntarse ¿Qué quiere decir esto que está pasando? En la primera buscaré mil justificaciones para explicar porque a mi, y me quedaré pegado a emociones negativas de rabia, impotencia, culpabilidad, injusticia, etc.  En la segunda buscaré otras posibles maneras de ver la situación, y ese pequeño gesto ya me generará una mayor calma, más luz, más visión. Utiliza en tu vida preguntas positivas, preguntas que busquen soluciones, que miren hacia el futuro. 

6.- Dirige tu película: Toma distancia de todas las situaciones que te ocurran, sepáralas de ti, sácalas de tu mente. Puedes escribirlas y leerlas al día siguiente, puedes proyectarlas en una pared como si fuera una pantalla de cine y observarlas, practicando la posición de espectador, en vez de protagonista. Si no te desapegas de tus experiencias, estas te controlan. Si logras colocarlas fuera de ti y contemplarlas como si fueras un tercero que está mirando la escena, puedes comenzar a ejercer control sobre ellas. Como protagonista de la escena es más difícil dirigir la película, cuando te sales emocionalmente de ella y pasas a una posición más objetiva, estas en mejores condiciones de dirigir la película de tu vida.

La objetividad nos aporta ecuanimidad y esta es esencial para valorar con más perspectiva, para no dejarnos arrastrar por el torrente emocional de la subjetividad.

7.- Domina tus disparadores y cambia la escena: Todos vivimos bajo un ciclo constante de situaciones, comportamientos y consecuencias, del que muchas veces no somos conscientes. En este ciclo es clave tener identificados cuales son los disparadores de nuestra conducta, esos diferentes estímulos que existen en nuestro mundo interno y externo y que disparan nuestra conducta, en el sentido de que nos hacen reaccionar frente a ellos de forma inconsciente, en vez de decidir cuál es la mejor forma de afrontarlos.

Los disparadores externos son esa persona que nos produce miedo, que nos irrita, que nos incomoda, los momentos de presión, los conflictos o discusiones, determinadas situaciones, formas de comunicación de otras personas, palabras, gestos. Los disparadores internos son nuestras emociones, creencias, pensamientos, prejuicios. Algunos disparadores son conscientes y otros inconscientes, unos previsibles y otros inesperados, unos beneficiosos y otros perjudiciales. La clave está en tenerlos identificados y diseñar una estrategia para controlarlos, porque aparecer van a aparecer siempre.

Si cada vez que una personalidad dominante, prepotente, agresiva rebate nuestra opinión, nos venimos abajo y dejamos de defender nuestra postura, entramos en una espiral de cesiones inconscientes, que nos llevará a acabar viviendo bajo el yugo de los criterios externos. Si yo identifico ese disparador (personas de ese perfil), ya se cual va a ser mi conducta y el efecto de la misma, con lo que puedo cambiar la escena. Primero, puedo decidir no trabajar o relacionarme con ese tipo de personas. Segundo, puedo buscar alternativas de conducta a no callarme y ceder, y preparármelas cada vez que sepa que voy a encontrarme con una persona de ese tipo.

Todas estas pistas te pueden ayudar a desarrollar una personalidad emocionalmente resistente, ahora que ya lo sabes solo depende de ti ponerlo en practica. Si necesitas ayuda en la Escuela de Mentoring te podemos acompañar.

Autora: Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

Autora del libro «Mentoring, un modelo de aprendizaje para la excelencia personal y organizacional». Ediciones Pirámide. 2019